Huayculi: las manos, la arcilla y la magia del valle alto
Texto: Norman Chinchilla
Huayculi es la capitalvalluna de la alfarería, posiblemente desde mucho antes de que Cochabamba sea Cochabamba. Este arte de fabricar objetos de barro o arcilla, antiguo, de cerca de tres millones de años, parece correr por las venas de los huayculeños.
Aquí, en este pueblito, a seis kilómetros al sudeste de Tarata,el saber cerámico se transmite de generación en generación. Pero no se queda ahí, pues se enriquececon su inventiva e ingenio.
Son cerca de 600 familias, de Huayculi y de comunidades próximas,que viven de la alfarería. Y no de la agricultura, porque aquí el agua alcanza sólo para beber y para hacer barro. Ese barro que se llama barbotina, cuando estácasi líquido, que resulta de una sabia mezcla detierras rojas, verdes o grises, “pastosas, gomosas, etcétera” y que, luego de un proceso de varios días, se convertirá en cuencos de todo tipo, recipientes para hornear lasaña, chanchitos-alcancía y una colección de utensilios de variedad y novedad variable.
Los alfareros Wilber Ccana y Zacarías Paniagua nos enseñaron sus habilidades. Aquel es uno de los pocos, quizás el único, que conectó un motor eléctrico a su torno. El segundo ha inventado un molino mecánico, también a motor, para moler el material con el que esmalta las piezas de cerámica que fabrica.
MANOS Y BARRO
Las manos alfareras en Huayculi son símbolo de trabajo, arte, creación y magia. Al contemplarlas, nos sumimos en su profundo hechizo, donde arcilla, torno y alfarero son un solo cuerpo creador. Y es que la destreza de las manos que con suaves caricias convierten amorfos pedazos de arcilla en bellas piezas es toda una proeza.Aquí las manos parecen dialogar con la tierra que susurra, canta y guía los dulces movimientos dando vida a útiles objetos: tazas, vasos, platos, azucareras, saleros. Cada pieza guarda el canto e historia de su creación.
El alfarero es una especie de alquimista que conoce celosamente los secretos de su oficio, desde los tipos de arcilla, sus texturas, olores y colores; hasta los lugares donde abundan y el mejor modo de extraerlas,pasando por manejar el arte del fuego que permite la cocción perfecta de las piezas.
Fuera del horno, las manos del alfarero están en contacto con la arcilla, en su recolección, selección, preparación, amasado, creación de la pieza, pulido y terminado.
Observar el trabajo creativo del alfarero es una fiesta y un regocijo para todos los sentidos. La mirada queda hipnotizada por el movimiento del torno que danza en circulares movimientos. El olfato siente los perfumes de la húmeda arcilla, cuyos efluvios inundan el ambiente con partículas en ondas circulares. El tacto acaricia la fría arcilla que, a ratos, parece una tersa piel. El oído escucha la voz del torno y el sonido de las siluetas que emergen y convergen en tímidas y balbuceantes piezas que reposarán para su secado y posterior encuentro con el fuego.
EL AGUA
Un elemento importante dentro del proceso creativo es la presencia del agua, es gracias a ella que la arcilla mantiene su constante docilidad y maleabilidad, es gracias a la sabiduría del artesano alfarero que conoce, gracias al contacto, la cantidad y los tiempos exactos en los que se debe rociar la arcilla con el líquido. Otro de los misterios de creación es la presencia de burbujas de aire dentro de la arcilla, las cuales deben ser identificadas con hábil prontitud por las manos del alfarero que se apresurará por extraerlas para que la textura se mantenga uniforme y, de esta manera, asegurar la calidad y belleza de cada pieza.
El espíritu y la naturaleza del artista se caracterizan por la amabilidad y tranquilidad, con sincera sonrisa y paciencia innata, virtud indispensable para trabajar la arcilla; es él un canalizador de formas y pequeños mundos donde sus manos creadoras son su principal instrumento y también su voz y mirada. Las manos y la arcilla se necesitan, se escuchan, develan y revelan. El artesano se deja guiar, su cuerpo se fusiona con el torno, el cuerpo es un engranaje más, las manos el timón, la arcilla la voz que susurra entre el agua, la tierra, el aire y el fuego.
Eso es Huayculi, el pueblo donde la tierra, el agua y el fuego se transforman en objetos útiles, por el artey las manos de los huayculeños.
SUPAYCHINCANA
Volviendo a Tarata desde el pueblo de los alfareros, se pasa por Méndez Mamata, otra comunidad del municipio.
El trayecto en este fin de verano, húmedo gracias a las copiosas lluvias de principio de febrero,es una fiesta para los ojos, la nariz, la piel...Florecillas de un púrpura luminoso tapizan los flancos de las colinas matizando el espinoso verde de los algarrobos y de arbustos similares. Otras, de un amarillo claro, suavizan la fiera apariencia de los cactus hostiles.
Un perfume variable de algo parecido a la menta, al limón ¡y hasta a la lavanda! se pasea por el aire, transportado por esa brisa, tibia, casi fresca, cariñosa con la piel.
Un sendero amplio y pedregoso parte hacia la izquierda del camino, casi en ángulo recto, se interna en el algarrobal y, al cabo de un kilómetro, casi desaparece para convertirse en un canal irregular y natural cavado por el agua que baja al río.
Al río Méndez Mamata: un espectáculo de colores, texturas, sensaciones innombrables que tornan más ligero el aire, más brillante la luz.
El agua casi cristalina baja cantando por el suave declive del cauce. Jugueteando entre las rocas. Brincando entre peldaño y peldaño deesas gradas naturales de roca multicolor, multitextura, multisorpresa...
En los flancos de la quebrada, los escarpes ostentan los festivos, brillantes, colores de líquenes y musgos plenos del vigor que les inyectaron las lluvias. Cactus, arbustos leñosos, matas de toda calaña, floridos o no, parecen participar de una euforia serena, como el vuelo de esos tranquilos pájaros que se persiguen allá arriba, en silencio.
Aquí abajo, bulliciosos, unos niños saltan a una poza desde una peña. El agua salpicacon un rumor que muere en sus risas y en el plácido alboroto del canto de cigarras y otros bichos veraniegos. Más allí, río arriba, el agua baña una inmensa roca de lomo redondeado antes de caer, porminúsculas cascadas, sobre otras peñas surcadas por amplios canales que desembocan en un único mini desfiladero, poco profundo, ancho de un metro y medio y de unos 20 de longitud.
Si hubiera estrellas para calificar a los balnearios naturales, con un criterio de disfrute sensorial, este tendría cinco sobre cinco.
Supay Chincana se llama este pequeño paraíso. En español, eso sería: Donde se pierde el diablo. ¿Sabiduría ancestral, misteriosa semántica, paradoja esotérica? Vaya Dios a saber.