Así seas mi ex, te mato si te veo con otra pareja
Alo largo de mi vida he tenido que lidiar –más de lo que hubiese querido– con la clásica situación de comenzar a salir con una nueva pareja y de entrada recibir las amenazas del ex, quien por el simple hecho de enterarse que su anterior pareja está comenzando una nueva relación, asume por defecto que aún tiene el derecho de controlarla compulsivamente, como si se tratara de su propiedad perpetua.
He vivido en carne propia estas situaciones, al menos cinco veces, el caso más patético se dio cuando estaba en la universidad, salí un fin de semana con una chica que me gustaba muchísimo, el ex apareció en el boliche y fue inevitable que se produzca la pelea a puñetazos. No importaba si era yo o cualquier otro, el único propósito era agredir a quien atente amenazar su propiedad, su territorio. Es muy llamativo constatar en talleres de masculinidades, que casi todos los hombres hemos pasado en algún punto de nuestras vidas por escenas de violencia entre hombres, cosa que nunca debiera ser justificable.
Detrás de esta enferma conducta subyace un complejo problema de masculinidad tradicional que se expresa en varios síntomas: por un lado, queda claro que a este tipo de sujeto posesivo nunca le enseñaron que las mujeres son personas libres con plenos derechos de decidir el momento que una relación termina y que NADA justifica amenazar o agredir, ni antes, ni durante ni después de una relación. Por otro lado, este arquetipo de machote compulsivo jamás aprendió a lidiar con la frustración y jamás se enteró que el duelo y depresión posterior al rompimiento de pareja no se resuelve a puñetazos.
Este es el clásico modelo de primate retrógrado y subnormal que toda mujer puede identificar fácilmente por: el control de tu manera de vestir para salir; la revisión de tu celular, de tus contactos y redes sociales; los celos obsesivos sobre tus amistades y exparejas, los chistes sexistas/homofóbicos, o la distribución inequitativa de derechos (él puede salir a bolichear, ella no).
Detrás de estos síntomas hay una naturalización de la violencia que hace invisible identificar el problema, estamos ante la figura de hombres (tristemente la mayoría) absolutamente incapaces de hacerse cargo de sus emociones y actitudes.
Lo valiente no es irse a los puñetazos, lo valiente es atrevernos a salir de este esquema de actitudes y prácticas primitivas, irracionales, cobardes, egoístas y agresivas; es urgente aprender a aceptar que cuando una mujer nos termina, lo que corresponde es distanciarnos con dignidad y dejar que quien hemos amado rehaga su vida y encuentre el equilibrio y la felicidad que no estaba encontrando con nosotros. Qué lejos estamos de comprender que amar de verdad a alguien, es ser feliz en la medida en la que esa persona es feliz, así no sea con nosotros a su lado. Pero no, estamos a años luz de abrazar nuestros sentimientos y afectos de esa manera, estamos enfermos de aberrantes actitudes controladoras y posesivas que derivan en prácticas violentas; estamos, en resumidas cuentas, en un estado primitivo de manejo emocional en pleno siglo XXI.
En un mundo en el que más del 80 por ciento de los asesinatos se cometen a manos de hombres, nos enfrentamos cotidianamente a un problema muy complejo. Empecemos por educar a nuestros hijos hombres reflexionando junto a ellos sobre los estímulos machistas y misóginos que reciben a diario de su entorno social. Apostemos por los niños, pues está claro que nuestra generación ya está demasiado dañada y extraviada como para pretender cambios significativos.
COMPULSIÓN
DETRÁS DE LA ENFERMA CONDUCTA SUBYACE UN COMPLEJO PROBLEMA DE MASCULINIDAD.
BERNARDO PONCE ASIN
Comunicador Social
Facebook: Bernardo Ponce Asin