Parapente: Alas para volar entre nevados y el Lago Titicaca
Como suele pasar con muchísimas personas, Marco Aruquipa fue a Copacabana a meditar, reflexionar y pedir que le vaya mejor en la vida. Sucedió hace algo más de 18 años, y la respuesta le vino literalmente del cielo. Un grupo de turistas realizaba prácticas pioneras de parapente en la zona y aquella experiencia cautivó a este arquitecto paceño.
Hoy es un experto en aquel deporte de creciente expansión y cuyos escenarios ideales tienen las características de los contrafuertes andinos. De hecho, un reciente reportaje del diario El País de Madrid (01/05/2018-sección El viajero), al referirse a los principales atractivos de Bolivia, cita entre ellos a la práctica del parapente. Marco se aplicó tanto que, a la par de abrir nuevos escenarios y modalidades, guía por los aires a cientos de novatos y turistas.
“En La Paz hay tres regiones que son ideales, por topografía y paisaje, para volar en este tipo de aeronaves —explica—: la zona de río Abajo, Los Yungas y el lago Titicaca. En La Paz hice los vuelos iniciales con pasajeros desde la Muela del Diablo hasta el zoológico de Mallasa. Hoy efectuamos vuelos desde Yanari alto hasta río Abajo, hay un desnivel de 1.200 metros”.
Son vuelos de alta montaña, cuentan entre los más altos del mundo en parapente, pues bordean los 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar (msnm). Los practicantes y aprendices, muchas veces absolutamente neófitos, cumplen así uno de los anhelos más caros y frecuentes de los humanos, desde tiempos de Ícaro o antes: “Volar como los pájaros, sentir la libertad propia de los sueños”.
De hecho, Aruquipa recuerda anécdotas que rayan en lo espiritual o en lo poético. “A diferencia de lo que muchos pudiesen pensar, una vez que las personas ya están volando experimentan sensaciones sublimes —recuerda—. La mayoría dice: ‘Ha sido como un sueño’ o ‘ha sido el sueño de mi vida’”.
Estos aparatos, cuyo nombre se basa en la fusión de las palabras “paracaídas” y “pendiente”, son construidos con sofisticadas combinaciones de materiales textiles impermeables. Dado que deben captar corrientes de aire a partir de fuertes impulsos, tienen el escenario ideal allí donde se combinan montañas y planicies. Y nada como el altiplano, los valles o Yungas bolivianos para combinar montañas, vientos y planicies. O, claro, como el lago navegable más alto del mundo: el mítico Titicaca, cerca de la bahía de Copacabana.
Por esa razón, lo que hace dos lustros y algo más fueron pruebas de vuelo pioneras, hoy constituyen escenarios de talla internacional. En 2004, por ejemplo, se realizaron los primeros planeos en la localidad yungueña de Irupana. Hoy se organizan encuentros de parapentistas en los que participan expertos de Argentina, Colombia, Chile, Perú y Brasil. Aruquipa, junto a Ángel Pardo, Vladimir Soukup y Jaime Cuevas, entre otros, se halla entre los precursores de esta práctica en Bolivia.
En el país, actualmente hay competencias y vuelos libres de parapente en cuatro departamentos: La Paz, Chuquisaca, Tarija y Cochabamba. En esta última ciudad se cuenta con una zona privilegiada en el cerro Huayllani, cerca de Sacaba. Allí se realizaron los primeros vuelos a nivel nacional, a finales del siglo pasado.
Aruquipa, que realizó cursos especiales en Chile y Perú, en medio de un sinfín de anécdotas, recuerda dos en particular. La primera involucra a la concejal paceña Andrea Cornejo, quien desde hace más de una década se halla afectada por una atrofia muscular espinal. Aquella autoridad decidió, en 2017, realizar un vuelo en parapente, haciendo ejercicio de la ley de inclusión. Según recuerda el piloto, durante la aventura, ella declaraba entusiasta: “Es la primera vez que puedo sentir la integridad de mi cuerpo en toda mi vida”.
“En muchos casos ha sido una especie de terapia —recuerda Aruquipa—. En otra oportunidad, volamos con una persona que sufría una enfermedad terminal. Durante el vuelo, él señaló que su enfermedad era un estado físico, pero su espiritualidad le daba la oportunidad, desde ese día, de encarar el resto de su vida”.
Los vuelos guiados en parapente en Bolivia actualmente pueden ser realizados por personas de prácticamente cualquier edad: desde 12 a 85 años. Los pilotos que trabajan con Aruquipa utilizan equipos de última generación. Se trata de naves construidas con materiales que garantizan una aerodinámica ideal, con el sistema de presión estructurada. Aseguran que su estructura mantenga la rigidez necesaria para mantener el vuelo a semejanza de un piloto automático. El guía podría desmayarse en vuelo y el parapente iría descendiendo con suavidad hasta tocar suelo.
Además, para casos extremos, cada parapente cuenta con un paracaídas de emergencia. Los pilotos añaden que se respetan meticulosamente los protocolos de seguridad. Éstos implican un conocimiento adecuado de las condiciones meteorológicas, los espacios de la práctica y la revisión minuciosa de los equipos.
La experiencia ha cobrado singular fama y es demandada cada vez por más turistas. Por ello, la empresa de Aruquipa, Parapente en Bolivia, trabaja frecuentemente con la operadora Turismo Rural Bolivia. En estos casos, se trata de biplazas con las aeronaves conducidas por los instructores guías que llevan a viajeros sin ninguna experiencia previa. “Ha sido un trabajo muy interesante y bonito, apuntalar esta actividad recreativa —dice Erika Tapia, responsable de operaciones de Turismo Rural—. Pudimos promocionar, respaldar y ayudar a difundir una práctica singular, los videos que se han tomado resultan elocuentes”.
Mientras tanto, los planes para nuevas competencias y circuitos de paseo se multiplican. En ambos casos destaca especialmente la experiencia de sobrevolar el lago sagrado rodeados por el collar de nevados de las cordilleras. Se cuenta ya con un muelle de despegue y los practicantes aportan con sus lluvias de ideas.
Por ello, no será extraño que más temprano que tarde se anuncie la primera prueba del “aerotlón”. La idea se basa en los triatlones que, como es sabido, combinan trote, natación y bicicleta. Ahora, a esas pruebas se prevé sumar estas aeronaves que permiten, durante 15, 20 o más minutos, divisar horizonte y superficie, como los cóndores. Eso, sea compitiendo o sea, simplemente, buscando gozar por unos minutos de los cielos y los vientos.
“Volamos con el alma”, repite Aruquipa.