Ha llegado La era de los “edificios verdes”
La alerta llega desde todos los escenarios. Lo dicen activistas, expertos en el clima, algunos políticos, legistas, médicos y también los ingenieros civiles y los arquitectos: jugamos el tiempo de descuento en la lucha por evitar una catástrofe ambiental cada vez mayor, y esa lucha comienza en cada casa.
“Si hoy, ahora, dejásemos todos de usar automóviles e industrias y actividades basadas en combustibles fósiles, el planeta tardaría 300 años en estabilizarse -dice el arquitecto costarricense Elías Robles Fernández-. Y luego deberían pasar 300 años más para que la Tierra vuelva a una situación ambiental equivalente a la previa a la Revolución Industrial. Otro elemento: sólo un tres por ciento del agua del planeta es potable, el resto o es salada o está contaminada, hay que saberla cuidar”.
Robles es un experto miembro de las principales organizaciones del gremio en EEUU y del Consejo de Construcción Ecológica de EEUU (USGBC) así como de varias de sus filiales en América. Hace unas semanas visitó Bolivia y explicó a sus pares bolivianos y a OH! la importancia central que van adquiriendo las nuevas normas de construcción para el planeta.
“Cada noche sacamos la basura de nuestras casas y nos sentimos muy bien, pero lamentablemente el planeta no tiene dónde echar la basura -continúa Robles-. (…)Y adentro necesitamos ambientes libres de materiales que nos hagan daño, ambientes que sean biocompatibles con el ser humano. La inmensa mayoría de muebles, aparatos eléctricos, cubiertas y demás tiene compuestos volátiles, tinturas, barnices, residuos…y todos esos elementos son cancerígenos”.
Igualmente, los continuos sacudones que impone el cada vez más descontrolado clima planetario hacen que la ubicación de las construcciones resulte extremadamente clave. Basta un dato, en sólo uno de los sentidos de esta materia: en la célebre ciudad de Miami no hay entidad bancaria que respalde a las propiedades costeras ubicadas en los primeros pisos. Ello obedece a que se presume que en 2030 el agua del Atlántico las habrá inundado debido a la elevación del nivel de los mares. Y Miami es apenas una de las ciudades costeras del mundo.
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LA ARQUITECTURA ECOLÓGICA
Es importante destacar, además, que el sector de la construcción, es responsable del 35 por ciento de las emisiones contaminantes de dióxido de carbono (CO2). Por esas y varias otras delicadas razones, en el mundo de hoy se van imponiendo las certificaciones de construcciones ecológicas.
“Hoy las tendencias para edificaciones, que en Bolivia aún se las ve como inalcanzables, en otros países están incluidas en las normativas -explica el experto boliviano Arq. Marcelo Valenzuela-. En otros países ya es prácticamente obligatorio hacerlas bajo esas características. En Bolivia se las ha incorporado de alguna manera en Cochabamba y en Santa Cruz. Son normas que favorecen tanto a los inversores como a los constructores y al medioambiente”.
Este arquitecto cruceño, que trabajó durante 13 años en EEUU, remarca que actualmente la construcción ecológica debe ser incorporada a la filosofía del negocio. Si lo ambiental no es rentable, no entra en la cadena de producción y, por lo tanto, tiende a ser marginado. Sin embargo, diversos indicadores económicos demuestran que, por fin, en el planeta la preservación de la vida va cobrando mayor valor y sentido. Según diversos reportes del GBC, emprendimientos inmobiliarios que invierten un porcentaje adicional orientado a lo ecológico, multiplican varias veces el costo de esa inversión adicional.
“Por eso nosotros colaboramos e impulsamos con todos estos conceptos de diseño contemporáneo que se están aplicando en todo el mundo -añade Valenzuela, uno de los dos representantes presidente del GBC en Bolivia-. Es la arquitectura ecológica, bioclimática o sostenible que se extiende a todos los niveles de construcción. Una casa de adobe puede ser bioclimática y tener ahorros energéticos pasivos, algo muy extendido en Alemania, por ejemplo”. Pero, al mismo tiempo, un edificio, muy tecnológico, con procesos de automatización, y muy contemporáneo, también puede tener estas características sustentables”.
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CERTIFICACIONES
Las características ecológicas de esas edificaciones y su valoración hoy son certificadas en el planeta por diversos sistemas de normas internacionales. El más difundido es el sistema LEED (Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental, por su sigla en inglés). Fue aplicado inicialmente en EEUU hace 25 años, ahora abarca los cinco continentes. El LEED suma una serie de normas que evalúan la utilización de procedimientos y estrategias destinadas a mejorar la sostenibilidad medioambiental en edificios de todo tipo.
Estos procedimientos y estrategias están relacionados al ahorro de energía y al uso de energías alternativas (solar, eólica, geotérmica, etc) así como a la mejora de la calidad ambiental interior. También se trabaja por la eficiencia del consumo de agua, el desarrollo sostenible de los espacios libres y la selección de materiales de construcción. Se trata de una certificación, de uso voluntario que, sin embargo cobra mayor demanda cada día.
“En EEUU ya hay 303 millones de metros cuadrados bajo certificación Leed – dice Robles-. En Europa 20,4 millones; en el sur de Asia, 3,74 millones; en Latino América, 10,43 millones; y en Medio Oriente, 5,43 millones”.
¿Qué es lo que se certifica? “Son ahorros y reducciones, por ejemplo, del 24 al 50 por ciento en el uso de energía y del 33 al 39 por ciento de emisiones de CO2 -dice el arquitecto chileno Ismael Correa-. También de un 40 en el uso de agua y un 70 por ciento en salida de residuos sólidos”. Correa hoy trabaja en el proyecto cruceño Manzana 40. Y a todo lo ya señalado los expertos añaden factores como localización y transporte, educación y concienciación, además de innovación en el diseño. Así, aseguran, se podrá garantizar un proyecto verde, certificable.
EDIFICIOS AUTOSOSTENIBLES
La búsqueda de convertirse en “proyectos verdes” o amables con el medioambiente no sólo responde a proyectos individuales o de circunstancia. Diversas corporaciones e instituciones estatales internacionales ya han asumido como política interna el trabajar apegados a esta normativa. Es por esa razón que, en cientos de urbes, inmobiliarias, hoteles, centros de convenciones, etc. construyen o refaccionan sus infraestructuras buscando las certificaciones. “Por ejemplo, American Airlines se ha adaptado al sistema Leed -ejemplifica Valenzuela-. Es decir, que dentro de un tiempo sus tripulaciones, por norma, se alojarán en el único hotel que en Santa Cruz ya se apresta a contar con esa certificación”.
En una lista que no para de crecer suman desde las instituciones federales de EEUU, pasando por Coca Cola, UTC, Apple y Microsoft, hasta las europeas Bayer, I+D y Siemens. En cada caso, sus respectivas edificaciones constituyen derroches de tecnología que pareciesen acercarse cada vez más a la autosostenibilidad.
Baste citar el ejemplo de Crystal, el edificio principal de la Siemens. Obtuvo hace un par de años tanto la mayor calificación LEED (la Platinum) como la certificación Breeam Outstanding, la seguda más extendida en el planeta. Se constituyó así en el único edificio del mundo con la máxima categoría en ambos sistemas de acreditación. Crystal es un edificio cuya forma y estructura imita la de un cristal de roca. Situado en la histórica zona del Muelle Real de Victoria, en el este de Londres, tiene más de 6.300 metros cuadrados.
Según los reportes de la empresa, este complejo funciona “íntegramente con electricidad y no consume ningún recurso de origen fósil, como gas o petróleo”. En lugar de ello, Crystal “emplea fuentes de energía renovables, incluyendo energía del parque eólico marino London Array”. El edificio cuenta asimismo con una instalación geotérmica que satisface “todas las necesidades de calefacción y refrigeración”. En total, Crystal consume un 46 por ciento menos de energía y emite un 65 por ciento menos de dióxido de carbono que otros edificios de oficinas comparables.
Según Siemens, además, el diseño de formas angulosas y cortantes garantiza una iluminación natural adecuada del interior y el sistema de ventilación natural reduce el costo de ventilación mecánica. Es más, el agua de lluvia, así como las aguas grises y las aguas negras (ambas residuales, pero con distintos niveles de contaminación) se recogen y depuran en el mismo Crystal. Todo opera bajo delicados sensores informáticos.
Sobre ejemplos como ese, en el mundo se vive una virtual competencia de edificaciones inteligentes y sostenibles. En América Latina, especialmente, Colombia, Brasil, Chile, Costa Rica y Argentina se hallan inmersos en una creciente ola de edificaciones de este tipo. Y en Bolivia el proceso, aunque pausadamente, parece haberse iniciado. A fines de 2016, la sede de la Corporación Andina de Fomento (CAF), en La Paz, se convirtió en el primer “edificio verde” del país al certificar esa condición. La USGCB le otorgó la acreditación Leed dorada, el segundo de cuatro niveles, por “sus altos estándares de construcción amigable con el medio ambiente”.
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CASOS EN BOLIVIA
El edificio de la CAF, ubicado en la avenida Arce de la sede de gobierno, destaca por sus paneles solares que generan energía renovable para el autoconsumo. Además innovó sus sistemas de operaciones y mantenimiento, así como la eficiencia del consumo de agua. Han iniciado Se están llevando adelante también los procesos de certificación el hotel Marriot y el edificio Manzana 40 en Santa Cruz, entre otros.
Sin embargo, son los primeros pasos frente a una emergencia que no termina de ser asimilada más allá de las propias certificaciones. Los procesos de contaminación así como de derroche de energía y agua aún se hallan muy lejos de atenuarse. Aún los proyectos se trabajan sin la debida coordinación de los equipos planificadores.
“En los bancos edificios de oficinas públicas y privadas se usa luces artificiales durante todo el día, sin considerar la iluminación natural. En otros sectores, miles y miles de casas utilizan duchas eléctricas que al final a largo plazo cuestan más caro que las de calefones solares -dice Valenzuela-. Las reservas de agua potable de Santa Cruz están más o menos garantizadas hasta 2030 y, sin embargo, nadie hace un consumo juicioso responsable de este vital elemento. Pasa igual en otras capitales del país. El futuro está tocando nuestras puertas, nos tocará decidir”.
