¿Dónde está tu dolor…?
Cuando las terminaciones nerviosas sensitivas se estimulan en cualquier parte de nuestro cuerpo se produce un dolor, lo podemos identificar, pero no siempre describir y ahí estamos jugando con el idioma para explicarlo… “son como punzadas”, “siento una especie de presión”, “no sé cómo explicarlo pero algo así como calor”, “no sé, es algo raro…” en fin, distintas maneras de decir lo mismo. Lo cierto es que muchos caemos en el error de catalogarlo como un “dolor feo” cuando en realidad no existen “dolores lindos” por más suaves que lo sean.
El dolor en el cuerpo lo podemos paliar con cualquier droga sea o no la indicada, finalmente la tomamos y ella actúa por un periodo corto de tiempo regalándonos un momento para despojarnos de él.
Momento que no siempre lo encontramos cuando no podemos identificar qué nos duele: la incomprensión de tus padres, la burla de tus hijos, la indiferencia de tu esposo, la traición de tu amigo, la incertidumbre del futuro, la ruina de tu empresa, la injusticia colectiva, la indiferencia de la gente, la negligencia de la justicia, la prepotencia del que decidirá por ti, la… la… la… Y ante tantos sentimientos intensos de pena, tristeza, lástima, impotencia, apatía, temor o cualquier otro que emocional y anímicamente nos desequilibra, estamos buscando cómo volver a equilibrarnos, pero para ello no hay droga que sirva. El dolor no está en el cuerpo, está en el alma.
En el alma o en la mente; claro, en la mente también.A veces, la convertimos en un laboratorio donde hacemos pociones con ingredientes dañinos y en la mayoría de los casos inexistentes: no me miró, no me quiere, no soy importante para ellos, no valgo mucho (o tal vez nada), no es bueno, no me aceptan, no me entienden, no comparten mis sueños, no comprenden lo que vivo, no me conocen, no... no… no.
Los nudos en el estómago, las palpitaciones aceleradas, la sudoración de las manos, el pestañeo incontrolado, el hambre insaciable, el mirar el infinito teniendo a quien amas al frente o el esconderte en un par de cervezas son algunos alertas de que no toda enfermedad está en el cuerpo (luego seguramente se manifestará en él, pero no siempre tiene su origen en él).
¿Dónde está tu dolor…? En el pasado que no dejas que se vaya, en el futuro que aún no ha llegado y tampoco sabes si lo hará o en el presente donde tenemos toda la potestad para decidir cómo vivirlo; tal vez no podamos ejercer control sobre todo, pero sí podemos sobre lo que pensamos, sobre lo que sentimos y sobre a QUIÉN acudiremos cuando lo necesitemos.
Si tu dolor está en el cuerpo, y si el médico y la farmacia no fueron suficientes, acuérdate de Aquel que dijo que por sus “llagas fuimos nosotros sanados” (Is. 53:5) o si tu dolor está en el alma, tenemos opción de “echar toda nuestra ansiedad” también en Él (1 P. 5:7); además que el dolor, esté donde esté y por más desagradable que sea, nos alerta que algo no está bien, nos invita a reflexionar, nos obliga a parar, a valorar, a mirar alrededor, nos induce a pensar y a pensar bien. La ausencia de dolor es uno de los problemas asociados con la lepra o tal vez los niños no aprenderían que tocar una estufa caliente es mala decisión si no experimentarían el hacerlo. El dolor a veces se convierte en una enorme oportunidad de experimentar la gracia de Dios, de conocer a quienes podemos contar con ellos, de aprender a controlar nuestro pensamientos(si pensamos bien, es difícil sentirnos mal) o, por último, de entenderlo como necesario para recordarnos nuestra fragilidad humana.
JEAN CARLA SABA DE ALISS
Pedagoga Social / Life Coaching
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