“DETRÁS DE CADA PUERTA… SIEMPRE HAY UNA HISTORIA”
Hace un par de meses recibí una invitación para hacer una nota acerca de un tema álgido (bueno, álgido para mí y simple para muchos): el divorcio.Lo considero así, únicamente por el dolor,trauma o secuela que invade a quienes lo viven, algunos son más fuertes o aparentan serlo y dan continuidad a sus días como si nada hubiera sucedido, otros no lo consiguen fácilmente. Tal vez, porque una parte de su historia se desquebrajó y toma tiempo aprender a armarla de nuevo, es posible que en sus planes no estaba hacerlo o más triste aún, no dependía de ellos.
La primera pregunta que me formularon fue: ¿qué factores deben tomar en cuenta los padres para hacer que la separación no dañe de mayor manera a los hijos? Y la primera respuesta que se me vino a la mente, pero que provenía del corazón, fue: Evitar hacerlo.Se entiende que hay situaciones/condiciones donde la relación no es posible y mantenerse juntos provoca un daño mayor; sin embargo, considerar la separación como primera opción ante cualquier desavenencia no es buena decisión; ya que ella deja una impresión emocional intensa en el subconsciente.A nivel personal y en el ámbito familiar genera una desestructuración total, donde las piezas se tienen que volver a armar tratando de encontrar cada uno su nuevo lugar; sólo que, como todo responde a un orden en la vida, esto conlleva un trabajo extra, pues es difícil que un padre o una madre pueda suplir al otro en su totalidad (metafóricamente hablando uno es como la cabeza y otro como el corazón – ambos indispensables).Cada miembro de la familia tiene un rol, una capacidad, un lugar y cuando este orden se altera, volver al equilibrio cuesta.
La segunda pregunta fue: ¿cuáles son las principales razones por las que las parejas se divorcian en este tiempo? Atiné a responder que son varias; sin embargo, hay algunas recurrentes, como la falta de “compromiso”, valor que se lo ha relativizado (como la mayoría de ellos), el tener la capacidad para tomar conciencia de la importancia de lo asumido ya no es importante, al menor detonante se decide abandonar, creo que nos hemos vuelto menos valientes que generaciones pasadas.
Las finanzas, estamos inmersos en un escenario donde reina el atractivo de los excesos, la avalancha de la publicidad burda, pensamos que comprar es más importante que dar y que tener es mejor que ser parte de algo. Distinguir entre necesidades, deseos y caprichos ya pocos lo hacen.Todo esto, nos lleva a endeudarnos, a exigir, a vivir con estándares de vida que no podemos y por supuesto, esta bombita en algún momento tiene que reventar.
La comunicación, cada vez más escasa; el silencio que reina en las familias grita que hay heridas del pasado, indiferencias o hastíos. Cada uno vive su mundo, toma sus decisiones, no comparte sentimientos y a eso sumamos los afanes, las rutinas y la tecnología que viene en todo tamaño de pantallas (portátiles y fijas).
Estos son algunos de los motivos, sin mencionar los miedos o las desconfianzas que siempre van acompañados de sospechas, celos y culpas, engendrando depresiones, frustraciones y baja autoestima, todos ellos sentimientos paralizantes que en el fondo hicieron que exista un divorcio emocional –que la gente no lo ve y al cual uno se acostumbra– mucho antes que uno físico.Y si se tiene que elegir, duele mucho menos el segundo que el primero.
Detrás de cada puerta… hay una historia y hay que escucharla, en muchos casos vale la pena pelear para evitar la disolución y en otros la disolución es la solución.
JEAN CARLA SABA DE ALISS
Pedagoga Social / Life Coaching
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