“Las crayolas rotas aún pintan…”
Allá por el siglo pasado se inventó la “vajilla de un solo uso”, suena elegante la frase para lo que en realidad es: desechable. En ese entonces, se justificó bastante bien, pues el fin era envasar alimentos de manera higiénica para una prueba médica. Las razones siguen siendo valederas hasta el día de hoy, pues no podemos negar que un vaso desechable a diferencia de uno de cristal es mucho másliviano, transportable, barato y acomodable para distintos usos.
La generación de nuestros abuelos (hablo de los que tenemos alrededor de 50) no hubieran podido concebir la idea de usar un vasopor una vez y luego desecharlo. En ese entonces ni lo roto se desperdiciaba, o se pegaba o se guardaba por piezas por sí en algún momento pueda servir para algo que no fue creado.Lo ajado se planchaba, lo roto se cocía, lo usado seguía usándose y punto.
Las generaciones de hoy y las formas de pensamiento consideran que algo que se parte, se quiebra o se rompe hay que tirarlo. No obstante; eso no pasa con todo, pues una crayola partida aunque es difícil sacarle punta, con un poquito de voluntad e intención sigue aportando todo lo que tiene para dar: color. A ella no se la , aunque se la vea usada y gastada; ella tiene mucho para dar, mientras se sostenga entre los dedos, seguirá derrochando su matiz en la gama que nosotros se lo pidamos.
Matiz que hace falta en la vida de muchos de nosotros que creemos que un fracaso nos marcó para siempre, que no nos damos la oportunidad de volver a intentar algo que en algún momento no se pudo, no nos reparamos, no nos pegamos, no resolvemos con los demás –en especial con los que amamos– las diferencias. Hemos aplicado la lógica del vaso desechable a nuestras relaciones, nos hemos acostumbrado y hasta hemos sido adiestrados en que si algo se rompe se tira, esto es serio pues en el basurero están los sueños, las ilusiones y las historias que pudieron haberse pintado de otro color.
Los abuelos eran coherentes con su forma de relacionarse, pues como no botaban un vaso a la basura, tampoco lo hacían fácilmente con sus matrimonios, con sus hermanos, con sus cuñados, con sus jefes o con sus empleados. Todos trataban de arreglarlo, de recomponerlo, de reinventarlo y de reconstruirlo… Luego esas relaciones eran más sólidas, pues conversaban, dialogaban, discutían con respeto y consensuaban en función de un bien común. Impresionantemente todos ellos sabían que no se debían ir a la cama sin arreglar el problema del día (“que no se ponga el sol sobre vuestro enojo…” Ef.4:26).
Las mejores pinturas fueron hechas con crayolas rotas; al estarlo nos dan el mensaje de que fueron usadas, que trataron de sacar de ellas lo mejor que tenían, que pasaron por varias manos –se relacionaron con otros elementos–,que fueron trabajadas, que cumplieron el propósito por el cual fueron creadas.
Ninguno de nosotros es infalible, todos cometemos errores, cuando nos equivocamos no es que intencionalmente queremos dañar una relación o a una persona (por lo menos eso se espera) es que sencillamente hacemos uso de nuestro derecho humano…, no somos divinos, sólo humanos y por ello falibles.
No importa cuántas veces nos hemos equivocado y en cuantos pedazos parezca que está nuestra vida, mientras vivamos, con voluntad e intención podemos seguir aportando color, una crayola rota, no es desechable ni triste tenerla; lo triste es encontrar crayolas perfectas e intactas porque ello significa que no han dado color a nada en la vida.
JEAN CARLA SABA DE ALISS
Conferencista, escritora y Life Coach
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