¿Prohibir los concursos de belleza?
Uno de mis secretos mejor guardados es que fui Miss Litoral en 1993 y con ese título participé en el Miss Bolivia del mismo año. Secreto mejor guardado porque no es algo que incluyo en mi currículum y seguramente mis amigos de juventud, incluso lo han olvidado.
Lo recordé hace unos días cuando leí por casualidad que el Concejo Municipal de La Paz había prohibido los Concursos de Belleza y desfiles de moda de niños, niñas y adolescentes para evitar la “erotización” prematura. Recordé también el episodio de las misses peruanas y su mensaje de denuncia de violaciones a los derechos humanos que sufren las mujeres alrededor del mundo, que en su mayoría terminan en feminicidios. Y la polémica que se armó en redes sociales el año pasado, a propósito del Miss Cochabamba, porque muchos se burlaron de las chicas participantes.
Primero debo decir que nadie pierde neuronas por un hábito tan básico como peinarse o mirarse ante un espejo antes de salir, que practicar algún deporte que impacta en tu salud y tu aspecto físico no tiene nada de malo. Que alimentarte correctamente y a horas, es lo mejor que una puede hacer por una misma y por los que quieres. Y debo decir también, que participar en un certamen de belleza es más difícil de lo que se piensa y que, ciertamente, no es una experiencia para todas, pero no precisamente por ser menos bellas.
La discusión siempre gira en torno a la cosificación de la mujer y la importancia que ejercen los estereotipos sociales que ajustan e imponen sus patrones de belleza para pertenecer al imaginario belleza-éxito-felicidad. Algunos hablan de la discriminación y exclusión a legiones de jovencitas que no responden al canon de la divina proporción 90 – 60 – 90, pero resulta que las “lindas” también son discriminadas y estereotipadas en la sociedad.
Con los niños no me meto, pero creo que las prohibiciones son un tanto extremas y no se puede prohibir la belleza en sí misma. Sí deberíamos promover la construcción de una sociedad con perspectiva de género a partir de un debate para plantear estándares de belleza donde todos tengan oportunidad. Deberíamos propiciar una reflexión en busca de un perfil donde no haya una sola visión porque no olvidemos que para algunas chicas, un concurso de belleza puede ser una plataforma para hacer cosas geniales. Algunas se preparan rigurosamente, y las he visto,para causar un impacto físico y se ocupan también de mejorar sus conocimientos, trabajan en su personalidad y su presencia y, en suma, les genera una energía positiva interna y externa.
Lo nocivo debería ser mercadear que una mujer no puede ser bella e inteligente, que una mujer moderna no pueda ser profesional y sensual y destacarse por su talento. La belleza externa en parte, es el reflejo de lo que se lleva dentro y si la construcción es equilibrada, es bienvenida.
Termino contándoles que ninguna de las tres cochabambinas que participamos ese año en el certamen en Santa Cruz ganamos, que nos fuimos molestas con los organizadores y que no seguimos cultivando las prácticas que rodean a la maquinaria de la belleza, pero eso es otra historia. Tal vez se las cuente en una próxima columna. ¡Excelente día para todos!
PAULA MUÑOZ ENCINAS
Editora OH!