Sobre bocinazos e insultos verbales
La cancha (mercado La Pampa) no es mi lugar favorito en el mundo, y debiera serlo porque es tan pintoresco que un paseo por allí cualquier sábado es un panorama de lo más entretenido. De hecho, el sábado pasado estuve allí. Qué travesía más dolorosa. El tráfico en la zona es una batalla campal y los ruidos y bocinas indiscriminadas aturden a cualquiera.
Hombres contra hombres, máquinas contra hombres, autos contra autos, bicicletas contra hombres y viceversa, perros contra sus pares y a ladridos con transeúntes; todos contra todos por un espacio para pasar o por un lugar para estacionar. Y en esta guerra hay dos enemigos en común, pero no los reconocemos. Dos villanos que congregan el odio colectivo: el bocinazo y los insultos verbales.
Según un informe publicado en nuestro diario, la Unidad de Gestión Atmosférica del municipio de Cochabamba elaboró un mapa acústico con mediciones del sonido emitido por vehículos, parlantes, bocinas, etc. y el estudio determinó que en el centro, sur y La Cancha es donde hay mayor contaminación acústica. Tan familiar nos llega a resultar este hecho, que llega a existir una notoria falta de sensibilidad en la población.
¿Qué hacen las autoridades? No sé. A los policías desperdigados por la zona, ese sábado, los vi demasiado pendientes por perseguir a los mal estacionados, pero ninguna preocupación por los generadores de ruido. Ahí estaba el oficial que controla el registro de las placas prohibidas de circular, controla el permiso de conducir, la cédula. Todo en regla. Pero deja pasar a los bocinazos y a los bipolares estridentes.
La contaminación acústica, además de incidir en nuestra calidad de vida, puede provocar efectos nocivos en todo nuestro organismo. El ruido es una contaminación invisible y sus efectos son mediatos y acumulativos.
Un médico amigo me explicaba que los efectos incluyen la pérdida irreparable de la audición, problemas cardiovasculares, hipertensión, estrés, alteraciones del proceso digestivo, dolor de cabeza y trastornos del sueño, entre muchos otros males casi irreparables. Incluso habló de diabetes tipo 2 y ni qué decir de las repercusiones sobre la conducta y el aprendizaje de los niños. Uffff ¿Cómo podemos permanecer indiferentes ante tanta agresión?
Con todo esto en mente, trabajamos el A Fondo de esta edición, buscando una reflexión que nos impulse a ser como Curitiba, Zurich o Estocolmo, que al margen de otras virtudes, destacan por su saludable control del ruido.
La educación es vital para empoderar a los ciudadanos para exigir a las autoridades tomar las medidas administrativas que aseguren vivir en un medio ambiente libre de ruidos molestos. Pero también pasa porque cada uno comience a tomar conciencia.
Invito a todos a promover la conservación auditiva, a tomar conciencia de los efectos de la contaminación acústica, a cooperar para no emitir sonidos molestos, a plumear menos, a insultar en silencio … en suma, a construir un mundo tranquilo, silencioso y libre de ruido, todos los días del año. ¡Que tengan un agradable domingo!
PAULA MUÑOZ ENCINAS
Editora OH!