Santa Cruz y la nueva Bolivia
Así como pasó con La Paz, y en buena medida con Cochabamba, en los siglos pasados, si algo va siendo cada vez menos frecuente en Santa Cruz son los cruceños, es decir los cruceños de cepa. Ya es marcadamente cosmopolita y perdió las formas provinciales que aún priman en buena parte de las capitales bolivianas, sin que ello signifique algo despectivo. Eso no implica que haya desaparecido la identidad cruceña, sino, por el contrario, se ha ampliado a muchos que decidieron adoptarla.
La inmensa capital cruceña y su expansión metropolitana hacia otras provincias, pero también diversas zonas del hermano departamento, se van convirtiendo en singulares núcleos de nacionalidad. La intensa inmigración que ha llegado a esas tierras, incluida un nada desdeñable porcentaje de extranjeros, va forjando nuevos ciudadanos. Santa Cruz es hoy un territorio cosmopolita donde las raíces de una gran parte de sus habitantes se hallan, una o dos o tres generaciones antes, en los más disímiles confines patrios, en Brasil, en Argentina, en Chile y hasta en tierras asiáticas o europeas.
Para ello incluso sirve de muestra más de una de las revistas televisivas matutinas. En ellas suman grupos de conductores cruceños clásicos más alguna cholita del occidente, más un conductor de habla bonaerense e incluso un par de asiáticos, provenientes de las colonias japonesa o coreana. Otros han incluido a algún morenito de raíces yungueñas y no falta cierta conductora con claro acento brasileño.
El corazón económico del país ha sido el imán de esta imparable y no del todo previsible transformación social que, luego, también tiene su impacto político. Ello deriva en un virtual tsunami de consecuencias a todo nivel. La actividad cultural cambia y se potencia, la forma de proyectar el desarrollo de las comunidades adquiere nuevos matices, los tipos de conflictos varían y se multiplican. Y también las oportunidades para una y otra iniciativa, otrora impensables, surgen.
Y en ello, en esa constitución de nuevos bolivianos y sus proyecciones, se empieza a definir también el futuro de la nueva Bolivia ampliada a los nueve departamentos. Santa Cruz es, sin duda, hoy uno de los mayores, sino el mayor, punto de definición del futuro de todos. Por ello, este reciente 24 de septiembre la recordación de su gesta cívica tuvo particulares matices. Tanto las autoridades nacionales como las locales sabían de la compleja obligación de estar presentes en los actos de homenaje y de lo sensibles que debían ser sus gestos y palabras.
Las tensiones de la actual crisis política nacional tenían una delicada cita en Santa Cruz. Como telón de fondo todas las contradicciones nacionales: las divergencias regionales en medio de la necesidad de mostrar ya un poder nacional; los criterios anticapitalistas y el discurso antioligárquico y las sonrisas con los núcleos más duros del empresariado nacional y transnacional; el cuestionamiento al continuismo frente a los pactos no explícitos con el poder central.
Fue el escenario de un complejo laboratorio para sociólogos y politólogos. Y semejante complejidad sólo podrá ser debidamente encarada cuando los responsables del país y la región sepan actuar con la altura de estadistas y no de politiqueros. Es una necesidad en la que se juega mucho del destino boliviano, y que al parecer no está siendo debidamente comprendida. No se entiende que en Santa Cruz está surgiendo el eje de la nueva Bolivia.
PAULA MUÑOZ ENCINAS
Editora OH!