Costo Klaric: “Mi misión es abrir rutas”
Contstantino Klaric es una mina de información sobre la aeronáutica civil de los últimos 35 años, especialmente en Bolivia. Y de recuerdos. Multitud de recuerdos de vuelos, de negociaciones, de nuevas rutas aéreas, de aeropuertos... Don Costo, como lo llaman sus conocidos y amistades, es también un nostálgico del Lloyd Aéreo Boliviano (LAB), el Lloyd, como él llama a la desaparecida aerolínea en la multitud de veces que la menciona en su conversación, “ha sido una universidad para la aeronáutica civil”, afirma.
Una “universidad” a la que él entró por casualidad e inició una carrera de varias décadas por cuyos logros ha sido reconocido en numerosas ocasiones, la última de ellas hace una docena de días en Paraguay.
Este hombre ha pasado en el aire “entre 6.000 y 6. 800 horas”, pero jamás fue piloto, porque “el volar, volar, como piloto no me ha gustado, podía haber entrado, pero nunca me ha gustado, aunque entiendo bastante a las partes técnicas de los aviones y todas esas cosas”. Parece que tampoco le gusta tener una oficina. ”Esta es mi oficina”, dice de la sala de su departamento, donde lo encontramos.
¿Cuándo comienza su carrera ligada a los cielos?
“Yo tenía empresas mineras, justamente las que compró Goni. Y trabajaba en el Punto Cuarto (instancia de cooperación de EEUU) a la vez, y los del Punto Cuarto un día me dicen: ‘Usted tiene que ir al Lloyd (Aéreo Boliviano) porque lo necesitan ahí’. Y fui de mala gana, eso debió ocurrir el año 1985, por ahí. Y es algo muy parecido a la droga, una vez que entras no sales más. No salí más, he estado 37 ó 40 años ligado al Lloyd, de los cuales, quiero aclarar que más de nueve años no he debido cobrar sueldo, lo he hecho casi a título honorario.
Comencé en la JAT, (Jugoslovenski Aerotransport, línea aérea yugoslava). El LAB compró un avión Boeing 1276 que estaba comprando la YAT, pero no tenía plata para recogerlo. Esta aerolínea tenía los mismos colores del LAB. Entonces, como yo tenía relaciones y soy de origen croata me encargaron que vaya a hablar a la JAT y ellos me dijeron que necesitaban alguien en Sudamérica y me propusieron ser su director. Después de eso pasé a ser funcionario de la Dirección General de Aeronáutica Civil de Bolivia (DGAC) y después entré al Lloyd.
Su nostalgia por el Lloyd parece inconsolable...
El Lloyd Aéreo Boliviano, al cual me debo y le debo todo, es una empresa que es una pena que haya desaparecido porque ha sido, realmente, el orgullo de Bolivia. Una vez que entrabas a una oficina del LAB en el exterior, se tenía inmediatamente la sensación de estar en Bolivia.
Todos los que saben de aviación salieron del Lloyd.
¿Y qué queda de los logros del LAB ahora?
Mucho, el Lloyd ha abierto las rutas aéreas para las empresas bolivianas. Cuando entré al Lloyd, entre las cosas más importantes que me encargaron, fue la negociación de los convenios aeronáuticos entre Bolivia y EEUU, para que podamos volar a EEUU. Luego de Miami, Ellos nos permitieron volar a Houston y Nueva York, y como vieron que tuvimos éxito, ellos quisieron volar a dos destinos más en Bolivia: Cochabamba y Tarija. Luego solicitaron un vuelo desde Bolivia a cualquier lugar del exterior, pero de una duración máxima de una hora y media, lo otorgamos, y como estos convenios son recíprocos, Bolivia obtuvo lo mismo, gracias a los cuales las aerolíneas bolivianas son las únicas no estadounidenses que pueden volar de Miami a Cuba.
Es el único permiso que está avalado por el Senado de EEUU. Ellos no se dieron cuenta que el vuelo entre La Paz y Lima dura una hora y 35 minutos. Se pasaron con cinco minutos. Del LAB y Aerosur han volado entre Miami y La Habana y cualquier otra aerolínea boliviana puede hacerlo.
Ese convenio favorece mucho a las empresas bolivianas.
¿Y después del cierre del LAB?
Cerró el Lloyd, me invitó Aerosur, cerró Aerosur me invitó Amaszonas, hace cinco años que estoy allí.
Amaszonas tiene 15 años de vida y está manejada por un joven muy dinámico que es Sergio Urioste y él me ha dado la confianza –a lo mejor con algunas dudas– para abrir nuevas rutas. Pero todas son exitosas.
Esta empresa se expande con socios, en Paraguay, con paraguayos y españoles; en Uruguay, con uruguayos. Y estamos volando todo el norte de Chile.
¿Podría decirse que usted tiene el olfato para establecer rutas aéreas exitosas?
No es una cuestión de olfato, es muy difícil de explicar, pero se trata de encontrar la mejor combinación y para ello entran en juego muchos factores.
Las rutas se abren en la tierra, se estudia la factibilidad y se encuentra la mejor manera. Por ejemplo, en Aerosur, su gerente me dijo que era una sonsera la ruta que le propuse: Nueva York-Miami-La Habana. Fue una mina de oro, nadie volaba. Fue lo que más plata le dio, teníamos hasta tres vuelos diarios.
¿Qué significa el premio que le entregaron hace poco en Paraguay?
Este premio que me ha dado el Gobierno paraguayo no tiene nada que ver con Bolivia, es por lo que hice para el Paraguay. Lo que pasa es que el Paraguay perdió sus alas, las Líneas Aéreas Paraguayas (LAP), entonces la señora María Liz Bazán me dijo: ‘Don Costo, ahora que está usted en una nueva empresa –que es Amaszonas– por qué no vuelan a Paraguay’, y fuimos, estudiamos, ayudamos y se creó la empresa aérea Amaszonas Paraguay, que es de españoles, paraguayos y bolivianos. Entonces, el presidente de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil de Paraguay, el señor Aguirre, durante la inauguración de los vuelos del tercer avión de Amaszonas Paraguay pidió un aplauso para mí y dijo que ‘si el Paraguay tiene alas es gracias a Constantino Klaric’, y de ahí viene el premio.
Ese es el reconocimiento, porque yo ayudé a que la empresa desarrolle y muchas cosas que son muy difíciles de explicar. Y yo debo reconocer que le debo a la prensa nacional el ser reconocido a escala mundial. Así ya he tenido invitaciones de la Boeing, cuatro veces me ha invitado Airbus, tres veces, Embraer, creo que cuatro veces. Ellos me mandan maquetas de sus aviones.
¿Algún recuerdo ingrato de sus miles de horas de vuelo y de sus décadas de trabajar en la aeronáutica civil?
Volaba con la secretaria de la embajada de EEUU entre Santa Cruz y Buenos Aires y en la ruta a Salta entramos a una turbulencia clara y el avión crujía, la señora estaba tan nerviosa que casi me clava sus uñas en mi brazo a través de mi saco. Cuando hablé con el piloto me dijo que casi pierden el control porque la turbulencia era muy fuerte.
Otro día, volando de Miami a Santa Cruz, con el capitán Gamarra, alguien dijo que había bomba a bordo. Desviamos hacia La Habana, no había bomba ni nada. Ahí conocí a Fidel Castro, que vino al aeropuerto y nos regaló cigarros puros y otras cosas.
Otra vez, en un vuelo de Aerosur, al piloto le anunciaron que habías fuertes turbulencias sobre Santa Cruz, el piloto calculó mal y la tormenta nos atrapó, casi nos destroza y tuvimos que volver a Cochabamba. Tan fuerte habrá sido la tormenta que la trompa del avión quedó abollada.
Y algo que hasta hoy no me explico. Estábamos volando con el capitán Peñarrieta de Miami a Panamá, y a unos diez mil pies de altura (unos tres mil metros) sonó como un golpe en la punta, todos nos asustamos, pero no había nada fuera de lo normal, cuando aterrizamos en Panamá descubrimos que había sangre en la punta de la aeronave. ¿Qué ave podría volar a esa altura?
“SIGO ACTIVO”
“Voy a los 84 años y, por suerte, sigo activo. Soy un hombre que ha hecho surcar los cielos a varias aerolíneas. Yo he hecho muchos de los convenios bilaterales, cuando estaba en la Dirección General de Aeronáutica Civil”.