Noemy Paymal: La educación para la paz no es una utopía

Economía creativa Evolución en Cochabamba
Publicado el 14/01/2019 a las 0h00
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Cabeza de un singular proyecto educativo, la antropóloga Noemi Paymal volvió a Bolivia para distenderse de su agitada actividad internacional. Sin embargo, también avanzará ideas en cuanto a proyectos que piensa plasmar en nuestro país. Conversó con OH! acerca de una renovada visión educativa y de sus experiencias en zonas tan convulsionadas como Siria e Irak.

 

-¿En qué consiste el programa “Pedagooogía 3000”?

-“Pedagooogía 3000” es una cultura educativa orientada a la paz y la multiculturalidad. Considera y busca integrar todos los aspectos del desarrollo humano, por ende, de la sociedad y del planeta. La creamos en 2001. Reflexionamos sobre cómo nuestros hijos tenían otros intereses, que necesitaban otras herramientas pedagógicas y otro enfoque en su educación. Entonces, de la Antropología, que es el área en que me formé, me pasé a la Educación, para abrirles caminos para ellos. Empezamos en Ecuador, luego nos expandimos por América Latina y después, rápidamente hicimos redes a nivel mundial.

 

-¿Cuáles son las bases de la filosofía con la que trabajan?

-Nos enfocamos en la educación, en la culturalidad bajo la idea de que todo ser humano se reconozca en su cultura local, pero también por una lucha planetaria: que todos somos hermanos, que somos hijos de la misma tierra.

Nos va muy bien. No se trata de una educación para copiar, sino una educación para recrear. Cada uno recupera sus sueños, su visión de lo que quiere hacer para su país y para su sociedad, para sus hijos y para sus nietos. Luego, lo reconforma y lo concreta en una expresión mucho más humana, y mucho más didáctica y divertida. Nos interesa mucho rescatar la parte divertida, la de felicidad, porque el niño aprende diez veces más rápido. El niño retiene bien la información y es capaz, luego, de transformarla en una acción positiva y concreta para su sociedad y su mundo.

 

-¿Cómo fueron las primeras experiencias? ¿Con quiénes trabajaron al comienzo?

-Se realizaron con grupos de papás de una alianza que hicimos entre Argentina, Venezuela y Colombia. Empezamos con grupos de estudio que luego se transformaron en talleres para niños y finalmente se convirtieron en escuelas. Y este tipo de escuela en sí la llamamos “Escuela de los siete pétalos”.

 

-¿Cuáles son las bases de este tipo de escuelas?

-Considera esos siete aspectos o pétalos: la parte del bienestar físico, la parte emocional, la mental, la multicultural, la expresión a través del arte, la expresión de su cosmovisión y la ecología.

 

-Entiendo que han llevado esta iniciativa a los cinco continentes y trabajaron en zonas muy castigadas, incluso veo que recién volvió de una importante visita a China.

-Sí, fuimos y establecimos redes con organizaciones y personas afines en muchos países. Incluso visitamos países en graves crisis, como la frontera entre Turquía y Siria, luego a los campos de refugiados de Irak y el Kurdistán. En esos casos se debe hacer una doble labor: la educación más algo más terapéutico, la rehabilitación de la confianza en sí mismos, el optimismo en la vida, el saber que se puede reconstruir. Eso es algo que considero muy importante.

Ahora, no sólo se hace eso en lugares de riesgo. Acá mismo en Bolivia hay mucho que hacer también para ayudar a niños en áreas de riesgo. Trabajamos con herramientas que están abiertas a todos, se llaman herramientas postraumas.

Trabajamos en los cinco continentes. Fui a África del Sur, África del Norte y Australia.

 

-¿Cuáles han sido las experiencias más impactantes que tuvo en los lugares afectados por guerras y otras grandes tragedias?

-Bueno, el observar la alegría de los niños cuando se ponen felices, cuando se ponen como a florecer. La sonrisa de esos niños es lo que más tengo en la mente ahora. Son como niños de la esperanza, del futuro, de la solidaridad. En cada país me tocaron el corazón.

A nivel de la solidaridad y de reforzar que la educación va a la par de la cultura de paz, recuerdo en especial los campos de refugiados. La cultura de paz constituye una prioridad en todo sistema educativo. Ahí es posible crear una cultura duradera y profunda. Si un niño ya tiene la comunicación no violenta, la ética y la cultura de paz integradas antes de los siete años, las tiene para toda su vida. A eso apuntamos nosotros. Incluso eso lo vi acá, en una escuela que hay en Achocalla, Kurmi Wasi. Allí decían: “Si niños menores de siete años, de cualquier clase social o grupo étnico, trabajan la tierra juntos, entonces ya son hermanos. Si son más grandes, ya no funciona tan bien”. Eso refuerza esta idea. Luego hay que aplicar otro proceso porque ya tienen prejuicios y empiezan a chocar.

 

-¿En qué campos de refugiados trabajó y cómo aplicaron estos principios educativos?

-Sí, la primera intervención fue en la frontera de Turquía con Siria. Allí hicimos los primeros talleres, primero a los profesores y luego con los niños. Primero se desconecta del trauma y luego se revierte la cultura hacia una visión distinta del mundo, de la que se empoderan. Luego, brindamos técnicas para que cuando nos fuésemos ellos siguiesen adelante.

 

-¿Alguna anécdota en especial, personal, que recuerde de esa experiencia en los campos de refugiados?

-Algo bonito fue que teníamos la moda de hacer un corazón juntando los dedos índices y pulgares de las manos en los campos. Eso significaba que íbamos a hablar de la paz. Todos los niños y los profesores sabían hacer ese símbolo. Una vez estaba en un sitio, al sur de Turquía, llamado Urfa y me fui a otro lugar por una semana. Cuando regresé todos los niños me saludaron formando el corazón, es decir, ya estaba integrado.

Esas experiencias son de doble vía. Salí con más fuerza, más visión y más claridad que nunca.

 

-¿Y el escenario en Irak?

-Era mucho más fuerte. Hay mucho dolor porque ellos han vivido 33 años de guerra. Son dos generaciones minadas a nivel de su espíritu. Ahí lloré. Es un pueblo donde nuevamente se clama por la paz, pero el proceso resulta mucho más largo que en Siria. Llega a tal punto que, por ejemplo, una mamá iba conmigo a los talleres a un lugar distante a hora y media, en otra ciudad. Pero ella venía con todos sus niños en el auto.

Y le pregunté por qué llevaba a todos. Ella me respondió: “Nunca se sabe qué puede pasar”. Y ella vivía en una ciudad que ya es segura, pero son procesos traumáticos en los que tardan en recuperar su propia vida, su propia fe. Son los procesos de paz que, por ejemplo, ha hecho Colombia. Son largos, hay que apoyar y luego prevenir con la educación. Hay que dar más pasos, luego: masificar, llamar a la humanidad señalando que estamos cerrando un ciclo histórico. Hay que crear una nueva cultura de paz desde todos los frentes. Eso debe nacer de nosotros.

No es una utopía. Los niños entienden esos códigos, están más adelante. La labor es más con los papás y los profesores.

 

-¿Y en el África?

-Trabajé allí menos y no tan de cerca, pero fue evidente el problema del agua, la comida y la parte afectiva. Y allí surge la importancia de la solidaridad como paradigma. Hay mucho que hacer porque si todos los pueblos del mundo tuvieran una educación en base a la paz y la solidaridad, no morirían porque hay recursos para todos. Sólo falta mejorar la distribución y ser honestos. Eso se posibilita con la educación también. Hay una carga muy fuerte del pasado, largos procesos históricos, que sólo la educación podrá superar.

 

-¿Qué me dice de los traumas de los niños de los países llamados desarrollados?

-Tienen incluso más traumas. Los índices de suicidio son altos, aún en los países admirados por sus sistemas educativos. También hay problemas de soledad y abandono de los mayores o existenciales porque materialmente lo tienen todo, pero se sienten vacíos.

En suma, todos los países aportan, pero también en todos existen problemas fuertes por resolver.

 

-Sé que en el espíritu de la interculturalidad están desarrollando proyectos en base al internet y la cibernética. ¿Puede describirlos?

-Trabajamos en dos páginas web que proveen información de libre disponibilidad, como un aporte a la humanidad. Pero ahora estamos desarrollando herramientas para que todos los que entren intercambien información, se contacten entre ellos. Grupos de niños y jóvenes que se comunican entre países y continentes.

 

-¿Cuál es su labor en Bolivia?

-Hubo mucha investigación cuando vine por primera vez en 2006. Ahora hay actividad de grupos de papás que, si bien no suman muchas personas, nos dan muy buena retroalimentación, uno de ellos se halla en Samaipata. Trabajan e red con grupos de Chile, Uruguay, Argentina, México y Venezuela.

 

-¿Qué factores se deben trabajar en especial en Bolivia?

-La comunicación no violenta, la autoestima y la visión positiva.

Perfil

Noemi Paymal

Cargos:

En 2011 fue nombrada embajadora de la Paz por la Fundación Mil Milenios de Paz

Publicaciones:

Es autora y coautora de 12 libros sobre la Educación para el Tercer Milenio y 5 libros de Antropología.

Su carrera:

Es francesa. Es antropóloga, pero además ha realizado estudios de Administración y Comunicación. Desde hace 17 años desarrolla el programa “Pedagooogía 3000”, que se ha expandido por decenas de países en los cinco continentes.

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