ENTRE PROCESOS Y MOMENTOS
Parece ser que nuestra vida se da entre estos dos términos: “procesos” y “momentos”.
Amanecemos y en lo que vamos de la cama a la ducha nos invade toda una oleada de “tengo que” y es ahí donde empiezan los procesos (tengo que llegar a la oficina, cocinar rápido, llamar a la mamá, enfrentar al jefe, pagar la luz, elaborar informes, ordenar roperos, conversar con mi hijo, dejar a los niños, redactar cartas, lidiar con la esposa), son tantos los “tengo que”, que (con el perdón de la redundancia) a veces ya no lo sentimos como oleada y lo vivimos como tsunami. Procesos, entendiendo de una manera muy simple la secuencia de pasos que nos llevan al cumplimiento de un objetivo por medio de planificaciones y ejecuciones; técnicamente hablando suena sencillo.
No obstante, a eso debemos sumar las distintas maneras en que los encaramos cada uno de nosotros obedeciendo a nuestros propios temperamentos. Hay gente que presenta una actitud algo despreocupada ante muchas situaciones que tal vez a otros – con otro temperamento - los altera porque acostumbran llevar las riendas y controlar todo, incluyendo el peinado de la esposa. Otro grupo es de aquellos súper agradables con quienes todos queremos estar pues demuestran lealtad en sus relaciones, punto que implícita e inconscientemente valoramos; y por último aquellas personas que corren de un lado al otro trabajando duro, asegurándose de todos los detalles, incomodando a quienes no comparten los mismos valores (puntualidad, por ejemplo, orden, limpieza, fe u otros).
Estemos en el grupo que estemos (que tal vez a más de uno pertenecemos y todos tenemos un poco de todo) y sea cual sea nuestra planificación para llevar a cabo el proceso diario de nuestro día (que en el fondo es de nuestra vida), lo cierto es que por un lado añadimos voluntariamente una presión innecesaria por agradar a todos y cumplir todo; y por otro lado, involuntariamente, afrontamos situaciones que nos tocan vivir y esos son los “momentos” que atentan contra nuestra planificación y nos desestructuran.
Benditos momentos en los que nos quedamos sin gasolina en el auto, nuestro nieto rompió el jarrón pintado a mano, el gerente reconoció a otro por el trabajo realizado por mí o la comida se quemó; todos ellos son “momentos” y de verdad benditos porque son ellos los que traen consigo enseñanzas de vida pues nos exigen compostura y pulimos nuestro carácter (Dios nos ha dado un espíritu de poder, de amor y de dominio propio 2 Tim. 1:7b); y hay otros “momentos” que no solo demandan compostura sino que formulan preguntas que no siempre tienen respuestas (una carta de despido, una confesión del esposo jamás esperada, un hijo que no llega a destino).
Son distintos los “momentos” que rompen los “procesos” y nos permiten vernos tan vulnerables y frágiles en nuestra propia naturaleza que nos obligan a levantar la mirada y dirigirla al cielo.
Amanecemos pensando en los “procesos” y anochecemos meditando en los “momentos” (nuestros o de otros).
Jean Carla Saba de Aliss
Pedagoga Social /Life Coaching