“SUJETOS Y OBJETOS”
Las sociedades están conformadas por todos nosotros – seres humanos -, algunos nos entienden como “personas”, otros como “sujetos” y algunos como “individuos”; dependerá el autor, la teoría o la corriente para que calcemos en alguno de ellos; sin descartar que en algún momento nos convertimos o nos convierten en “objetos”.
Cuando creemos que todo el mundo gira alrededor de nuestro ombligo – manera popular de mostrar que centramos todo en nosotros – nos convertimos en “individuos” donde la mayor fuerza se centra en el crecimiento propio, en el desempeño propio, en la satisfacción propia, en los logros propios, en fin… todo lo que existe tiene que ver con uno, pasa por uno y debe ser operado por uno. En otras palabras, el “otro” ¿dónde está? Es que las necesidades del “otro” ¿no son importantes?, los anhelos, los triunfos, los logros de los demás ¿no valen lo mismo que los nuestros?, o ¿es que a caso creemos que la autosuficiencia sólo nos aleja de Dios y no de los demás también? Al insistir en ser “individuos” parcialmente nos descalificamos como miembros de una comunidad, perdemos la calidez de ser personas.
Calidez que también la mermamos si nos entendemos sólo como “sujetos”; es decir, seres con capacidad de pensar en forma crítica y con discernimiento; sin embargo, al no explotar esas capacidades, muchas veces nos tornamos voluntariamente en “objetos”. Somos “objetos”, por ejemplo, de teorías falsas, de filosofías huecas o estilos de vida vanos que al no cuestionarlas, no pensamos críticamente si eso está bien o está mal, si es correcto o no lo es, si es justo o injusto; sencillamente, lo aprobamos sea con manifestaciones visibles o simplemente con nuestro silencio. En algunos temas la radicalidad es imprescindible: debemos ser fríos o calientes, la tibieza no es bien recibida; desde ya, no se puede negar que el agua tibia no es agradable tomarla, es más, en muchos casos es repulsiva. Juan, autor del libro de Apocalípsis, ha sido uno de los primeros en hacernos notar lo fácil que es vomitarla (Ap.3:16). Pero, ¿qué pasa cuando nos acostumbramos a su sabor?, pues sencillamente la tragamos, al igual que cualquier discurso, cualquier argumento o cualquier ideología. Si hay un denominador común en los “sujetos” que se convierten en “objetos”, es la ingenuidad, repito: la ingenuidad. Antes era ingenuo el que no pedía razones de nada o de casi nada, hoy es aquel que cree aquellas razones que se le dá (por más inverosímiles que suenen) esta ingenuidad no va acompañada de malicia pero sí de bastante ignorancia y de mucha falta de experiencia; este tipo de “sujeto - objeto” se convierte en crédulo de cualquier idea que pulula por ahí. Y Algo más, fácilmente es comprado por beneficios que se le ofrece – rápidamente tendrás mucho dinero, mucha fama, mucho reconocimiento social, te convertirás en emprendedor exitoso, en el inspirador del momento, en el ejemplo a seguir - sin darse cuenta que el precio que está pagando es muy alto, en muchos casos la propia vida que cuando culmina no lloran su muerte; si no, celebran su vida (frases que suenan poéticas pero en un contexto determinado no se refieren a una poesía).
Casi Todo es Otra Cosa...con discernimiento.
Jean Carla Saba de Aliss
Pedagoga Social /Life Coaching