“ALMA HURACANADA…”
Dicen los que saben que los huracanes son vientos extraordinariamente fuertes que giran en círculos y desde que nacen su diámetro se expande; al girar en forma de remolino toca varias areas, algunas son únicamente dañadas y otras totalmente destruídas llegando a provocar la muerte de quienes habitan ahí…, la violencia del viento arrasa, destruye y mata. También se sabe que se los clasifica en una categoría del 1 al 5, siendo el 5 el más destructivo…”Irma”, el último vivido en directo por muchos y por muchos más por TV Cable, alcanzó un grado 4. Lo primero que hacen los científicos es identificar el “ojo del huracán”, que curiosamente es el lugar donde se registra la presión barométrica más baja de la tormenta, es un sector de mucha tranquilidad atmosférica, donde no hay nubes, lluvias ni vientos; algunos estudios indican que los científicos aún no se ponen de acuerdo sobre por qué se forman, sólo saben que existen y cuando se les pregunta ¿qué pasa dentro del ojo del huracán? La respuesta textual es “nada”… en el mismo ojo del huracán no pasa nada.
“Nada” es lo que aparentemente sucede en los matrimonios que perdieron la pasión, en los hogares donde no hay comunicación, en las familias donde se perdió la calidez. Nos habituamos a una forma de vivir donde entramos en una tensa calma por tiempos prolongados, superficialmente no pasa nada; sin embargo, algo se está gestando sólo que la presión barométrica nos está engañando.
“Nada” es la respuesta que nos dan los niños con miradas tristes o los muchachos que desafiántemente sienten que vistiéndose diferente sentirán que ya no sienten lo que sienten.
“Nada” es la respuesta de muchos ancianos ante la incertidumbre de su vida o la impotencia de vivirla.
“Nada” también es la respuesta de la esposa traicionada o del marido resentido….en fin, “nada” es la respuesta expresada de muchas maneras como advertencia del huracán venidero. Huracán que dentro de la naturaleza es implacable e indomable, pero aún así más inofensivo que el que sucede en los corazones de los humanos, en el centro del alma.
Un alma huracanada no controla la fuerza, el diámetro de expansión, la velocidad y el daño. La tristeza, el desánimo, la venganza, la ambición, el odio, el miedo o el dolor son contagiosos, por donde pasan, arrasan, destruyen y, en algunos casos, también matan. Funestamente sólo vemos las consecuencias, como árboles caídos, casas sin techos, aguas del mar en las calles o centenas de animales muertos; vemos hogares destruídos, jóvenes desorientados, familias divididas, personas devastadas o gobiernos enfermos que, por supuesto, enferman también a los gobernados; el efecto multiplicador es gigante, incalculable y devastador. Vemos como simples expectadores las consecuencias del desastre y seguimos creyendo que permanecemos en el ojo del huracán donde aparentemente no pasa nada, cuando en realidad es donde está sucediendo todo.
La quietud no siempre es sinónimo de paz y, como dato curioso, la palabra huracán proviene de los mayas y era el nombre que daban al dios de las tormentas y a los espíritus diabólicos (fuente virtual); entonces, entre otras cosas —repito, entre otras cosas— lo que hace un huracán es justamente lo que la Biblia menciona como un propósito del diablo: robar, matar y destruir (lo material y lo inmaterial tristemente también; los primeros no valen casi nada y los segundos valen casi todo).
Jean Carla Saba de Aliss
Pedagoga Social /Life Coaching