“Lo recibimos como nos sentimos…”
Sin complicarnos conceptualmente, la comunicación como ciencia nos dice que existe el emisor, el mensaje y el receptor; sin embargo, esta última palabra hoy se está cambiando por perceptor; y es que no sólo recibimos de manera pasiva los mensajes, más bien los interpretamos y es ahí donde los sentidos entran en acción y hacen que cualquier mensaje verbal, gestual, escrito u otro discurso sea recibido de distinta manera por cada uno de nosotros. Parece algo obvio, pero no por ello menos complejo… lo recibimos como nos sentimos.
Los matrimonios se están fraccionando y muchos de ellos no por falta de amor, si no de comprensión: “me cansé” o “no me entiende” son frases comunes cuando de manera reiterativa se emite un mensaje que tanto para el emisor como para el receptor tiene distinto significado, pues la percepción entra en acción; es decir, la sensación que se tiene al recibir la información hace que ambos tengan una experiencia distinta. “No me grites” o “qué hice mal” son expresiones también acompañantes en estas relaciones y que en el transcurso de los años van cobrando peso... lo recibimos como nos sentimos.
Algo parecido sucede con los hermanos, jamás dejarán de serlo pues quienes los engendraron lo hicieron una vez y para siempre; pero amigos puede ser que nunca lo fueron o dejaron de serlo por peleas causadas por cosas no dichas o tal vez dichas y mal interpretadas (en cuántos funerales estuvimos presentes donde un hermano entierra al otro sin haber emitido ningún mensaje antes de su muerte, en otras palabras: en vida dejaron de hablarse). Estas son situaciones que calcinan el alma… lo recibimos como nos sentimos.
Cuando los jóvenes cambian el sentido y el significado de las palabras y sentimos que la brecha generacional nos juega en contra, los mensajes emitidos son distintamente percibidos, provocando burla en el mejor de los casos y desconcierto en otros… lo recibimos como nos sentimos.
Si nos enfermamos y necesitamos la intervención de un galeno, luego de las consultas de rigor, se espera lo que tenga que decir y ese diagnóstico es recibido por el paciente; entonces, el emisor (médico) emite un diagnóstico (mensaje) y éste es recibido por un perceptor (enfermo). Los sentimientos de este último condicionarán la noticia que está recibiendo (buena o mala)… lo recibimos como nos sentimos.
Lo mismo sucede en cualquier otro plano de relación profesional, en el supuesto de un juicio legal, esperamos que el abogado tome las mejores decisiones por nosotros, porque sencillamente confiamos en su conocimiento, pericia, experiencia y buena fe; sin embargo, si en el transcurso del proceso percibimos un accionar que desencadena un mal sentimiento en el cliente –desconfianza por ejemplo– de ahí para adelante los mensajes recibidos estarán subordinados a los sentimientos generados.
Si lo que sentimos es resentimiento, venganza, tristeza, envidia o dolor (por mencionar sólo algunos sentimientos negativos), valoremos el papel protagónico que ellos obtienen y el poder que ejercen en nosotros el momento que estamos comunicándonos. Escuchar sin ofender, sin juzgar y sin despreciar pueden ser ayudas útiles para liberarnos no sólo de malos sentimientos, sino también de aporte en una mejor recepción de mensajes y por ende en un fortalecimiento de nuestras relaciones “para saber lo que está delante del camino, pregúntele a los que vienen de regreso” (proverbio chino), muchos podían haber evitado este transitar.
Vale la pena aprender a escuchar, aprender a sentir y aprender a aprender lo que nos falta.
JEAN CARLA SABA DE ALISS
Pedagoga Social / Life Coaching
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