El segundo cerebro está en el intestino
Un grupo de científicos australianos dio a conocer un particular estudio en donde se sostiene que los seres humanos en realidad tendríamos dos cerebros, en vez de uno que como todos sabemos lo tenemos en la cabeza.
De acuerdo al documento, que fue publicado en la revista The Journal of Neuroscience, este segundo cerebro está ubicado al final del tracto digestivo y se trataría de un sistema neuronal que regula de manera autónoma las contracciones musculares necesarias para expulsar el excremento.
Los expertos descubrieron que los movimientos de los intestinos dependen de una red de millones de neuronas que pertenecen al sistema nervioso entérico (SNE). Para lograr esto, monitorearon los impulsos eléctricos en el músculo liso de ratones de laboratorio con la ayuda de imágenes neuronales de alta resolución y electrodos.
Sobre el hallazgo, el neurofisiólogo de la Universidad de Flinders Nick Spencer detalló que “estos resultados identifican un patrón de actividad neuronal desconocido hasta ahora”.
En ese punto, recalcó que la conclusión de todo es que esa zona “es todo un verdadero cerebro”.
Pero el científico no quedó solamente allí, ya que señaló que de acuerdo a la investigación, no solamente se logró encontrar un segundo cerebro, sino que éste en realidad sería el que primero existió en el cuerpo humano, ya que dicha red neuronal se desarrolló antes que el sistema nervioso central.
En el estómago existen en torno a 100 millones de neuronas, muchas más de las que contiene la columna vertebral, y ese es uno de los motivos por los que recibe el apodo de “segundo cerebro”. Esta red de células permite mantener un estrecho contacto entre el sistema digestivo y el cerebro, a través de los nervios vagos, informando de todo lo que transita por el primero. Además, la llegada de comida al estómago hace que se liberen al torrente sanguíneo numerosas hormonas. Entre ellas se encuentran el péptido GLP1, que disminuye los niveles de glucosa en sangre y favorece la contracción del estómago; la coleocistoquinina (CCK), que reprime el apetito cuando detecta grasas o proteínas en los alimentos; la bombesina, que reduce la ingesta; o la grelina, también conocida como “hormona del hambre”.
Esta última ha ganado popularidad en los últimos años tras descubrir que su liberación no sólo aumenta el apetito, sino que además reduce el gasto energético, y favorece tanto la formación de nuevos acúmulos de grasa como la ganancia de peso.
En esencia, se sabe que los niveles de grelina aumentan bruscamente antes de cada comida y caen inmediatamente después. Para colmo, en algunos individuos obesos se ha detectado que la concentración de la hormona no varía cuando comen ni cuando dejan de hacerlo, lo que explicaría por qué en ningún momento se sienten saciados. Otro de los cometidos de la grelina, según revelan recientes investigaciones, es activar el hipocampo, una región cerebral relacionada con el aprendizaje y la memoria.
Otra conexión entre el cerebro y el estómago que conviene tener en cuenta es que, según publicaba hace poco la revista Science, mostramos un comportamiento más agresivo cuando tenemos el estómago vacío. Una de las razones es que la dieta es la principal fuente de triptófano, un aminoácido necesario para que el cuerpo produzca uno de los neurotransmisores que controlan las emociones a nivel cerebral, la serotonina. Y, por lo tanto, el triptófano y la serotonina disminuyen cuando no se come, incrementando la agresividad.
Egipcios
Hace 4.500 años, los eruditos egipcios situaban en la parte más prosaica de nuestro organismo, con sus intestinos inquietos y pestilentes, la sede de nuestras emociones. En el Papiro Smith, por ejemplo, puede leerse que el estómago constituye la desembocadura del corazón, el órgano “donde se localizan el pensamiento y el sentimiento”.
De este modo, cualquier manifestación o alteración en la mente cardiaca se refleja indefectiblemente en el aparato digestivo.
En el Papiro Ebers (1550 a. de C.) se describe sin tapujos esta relación anatómica y funcional: “Tratamiento de una gastropatía. Si examinas a un hombre con una obstrucción en el estómago, su corazón está atemorizado, y en cuanto come algo, la ingestión –de alimentos– se hace dificultosa y es muy lenta”.
FUNCIONES DEL SEGUNDO CEREBRO
Supervisar todo el proceso de la digestión, desde los movimientos peristálticos, la secreción de jugos digestivos para digerir los alimentos, la absorción y transporte de nutrientes y la eliminación de los productos de desecho.
Colabora con el sistema inmune en la defensa del organismo.