“Lo siento” son las palabras más difíciles para los acosadores sexuales

Emma Jacobs

#MeToo arrasó con 2017. Mujeres (y hombres) rompieron el silencio y surgió una ira volcánica que abrumó a Silicon Valley, Hollywood, los medios de comunicación, la industria de restaurantes y la política. Ellos contaron historias, muchas historias, de acoso sexual.

Como resultado, surgieron declaraciones de remordimiento de parte de los acusados. Vistas de cerca, éstas se desmoronaron.

Y así fue que 2017 fue destacado por una serie de terribles disculpas por parte de Goliats que habían sido expuestos, esta vez a pesar suyo, como acosadores. Este año ha demostrado que no hay una forma perfecta de disculparse por las peticiones inapropiadas, los toqueteos o los asaltos. Pero hay muchas formas de hacerlo mal.

Harvey Weinstein creó el modelo de las malas disculpas. Su declaración estableció el tono de una avalancha de otras disculpas terribles.

“Yo alcancé la adultez en las décadas de 1960 y 1970, cuando todas las reglas sobre el comportamiento y el trabajo eran diferentes. Así era la cultura entonces”. Ésta es una línea de defensa común por parte de hombres que alegan ser dinosaurios incurables, fuera de contacto con las sensibilidades cambiantes. En primer lugar, esa disculpa funciona solamente si todos los hombres de la misma edad piensan que es correcto arruinar la carrera de una mujer si ella rechaza sus propuestas sexuales indeseadas. Segundo, aunque algunas mujeres lo hayan soportado en el pasado, eso no significa que les gustaba. En realidad es todo lo contrario.

Sin embargo, aquí también se nota una especie de evolución selectiva. Los acosadores, particularmente los que se sienten orgullosos de su perspicacia comercial, logran estar al tanto de muchos desarrollos en el mundo de los negocios: el auge de tecnologías revolucionarias, digamos, o de nuevos mercados en el extranjero. No obstante, han permanecido ciegos ante los cambios de comportamiento en el ámbito laboral. Tal ceguera parece premeditada.

La disculpa de Weinstein también incluyó la promesa de embarcarse en un proceso de terapia. Éste es un tropo que ha sido reiterado por numerosos otros penitentes. Ser descubierto se convierte en “un viaje de autodescubrimiento”, como si abalanzarse sobre una colega fuera el primer paso en el camino hacia la iluminación.

Charlie Rose, el periodista y anfitrión de programa de entrevistas, quien perdió su trabajo en noviembre después de ser acusado de acoso, dijo que había “aprendido mucho como resultado de estos eventos”. Entonces convirtió la experiencia en un regalo generoso, un momento de enseñanza para todos los demás, al escribir que esperaba que “otros aprenderían también”. Y continuó: “Todos nosotros, incluyéndome a mí, estamos llegando a un nuevo y más intenso reconocimiento del dolor causado por nuestra conducta en el pasado, y hemos llegado a un profundo nuevo respeto por las mujeres y sus vidas”.

El denominador común de todas estas disculpas es el narcisismo. El hecho de que estos hombres siempre hayan sido tan arrogantes que pensaron que podían comportarse como quisieran siempre fue el problema. Estas disculpas son “mea culpas” egoístas: todo tiene que ver con el agresor no con sus víctimas.

Escogí algunas disculpas para ver cuántas veces usaban la palabra “yo”. La cuenta de Harvey Weinstein fue 37 veces en 26 frases; Charlie Rose la usó 14 veces en ocho frases, y Louis CK, el cómico que fue acusado de acoso en noviembre, 36 veces en 26 frases (aunque una fue en el titulo de su nueva película “I Love You, Daddy”, que ha sido cancelada).

Hablé con una amiga sobre su más reciente experiencia de acoso, en una pequeña empresa donde no había estrellas noticiosas. No fue un ultraje para los titulares. Era un goteo constante de correos electrónicos no deseados sobre su aspecto físico, enviados a su cuenta personal y de trabajo, complementados por mensajes en su celular en los fines de semana.

Ella descubrió a su acosador tomando fotos de ella a escondidas. Sus colegas bromeaban sobre el altar dedicado a ella que él tenía en su casa. Cuando se lo contó al departamento de recursos humanos, simplemente le advirtieron que tuviera cuidado. Finalmente, dejó la empresa. Unos meses más tarde, la empresa volvió a ponerse en contacto con ella; inevitablemente, su acosador había comenzado a comportarse de la misma manera con otras mujeres.

Después de que ella se enteró de que él había dejado la empresa, le pregunté si quería que él se disculpara. No. Ella había escuchado suficiente; ahora quería ser escuchada.

Esto me hizo pensar sobre dos puntos positivos en la disculpa de Louis CK. Eran simplemente: “Estas historias son ciertas” y “Voy a pasar mucho tiempo escuchando”.