Cinco datos científicos que explican la química del amor
El amor puede definirse como una de las sensaciones más placenteras del mundo y el que mayor bienestar proporciona a los habitantes de este planeta. Es una percepción inexplicable que produce esas típicas “mariposas en el estómago” que revolotean al ritmo de los latidos del corazón.
Pero ¿qué es el amor?, ¿dónde reside?, ¿qué lo desencadena? y ¿qué pasa realmente en nuestras mentes y en nuestros cuerpos cuando nos enamoramos “perdidamente”? La ciencia posee respuestas claras sobre las circunstancias que nos obligan a elegir una u otra pareja o a sentir las famosas “mariposas en el estómago”.
1. ¿Qué es el amor?
Para la ciencia, el amor se define como un proceso neurológico que se produce en el cerebro gracias a la acción de diferentes secciones: hipotálamo, amígdala, núcleo accumbens, corteza cerebral y área tegmental frontal. A todo esto hay que añadirle dos sustancias clave en todo este proceso: la oxitocina y la casopresina. Se trata de dos hormonas liberadas por la glándula pituitaria que están estrechamente relacionadas con la sensación amorosa. Unas sustancias que influyen de igual forma en hombres y mujeres, consiguiendo que el sistema de recompensa dopaminérgico estimule la liberación de dopamina a través del hipotálamo.
2. El amor a primera vista
Para los estudios científicos, el amor a primera vista ya no es un mito. Según una investigación realizada por la antropóloga Helen Fisher, cuando los hombres observan por primera vez a alguien que les atrae, segregan dopamina en abundancia —la sustancia relacionada al placer y la satisfacción— sólo con el estímulo visual. Sin embargo, las mujeres activan zonas del cerebro relacionadas con la memoria lo que las obliga a evaluar experiencias pasadas ante un nuevo romance.
3. La atracción física
Los sentidos son la puerta de entrada de todos los estímulos externos, de los cuales el amor no es la excepción. La psicóloga Sandra Herrera explica que el contacto visual produce una especie de descarga eléctrica y despierta unas células del sistema límbico que fabrican una sustancia producida como feniletilamina (FEA). La FEA se riega por todo el cerebro y lleva a un estado de semiinconsciencia, que suspende todas sus acciones: la vista se vuelve central para enfocar sólo a la persona de interés, se pierden el oído y el habla, no hay sensación de frío ni de calor y se altera la coordinación de las ideas y hasta del movimiento.
El neurólogo Gustavo Castro señala que el cerebro echa mano de algunos trucos y escucha sólo sonidos internos como las palpitaciones o la respiración, situación que afortunadamente dura pocos segundos y el cerebro vuelve a tomar las riendas del cuerpo.
Pero para recuperar el control, el cerebro tiene que producir dopamina y norepidefrina, que estimulan al hipotálamo, que termina comunicándose químicamente con la hipófisis y de ahí con todas las glándulas del cuerpo, incluidos los ovarios en las mujeres y los testículos en los hombres.
El resultado no puede ser otro que la elevación de la presión arterial y de la temperatura, la sudoración de cara y manos, el aumento de la frecuencia respiratoria (de ahí los suspiros).
El endocrinólogo Iván Escóbar explica que se aumenta el azúcar en la sangre y se contraen el estómago y el intestino, lo que se interpreta como “mariposas en el estómago”, tanto que todo parece una fiesta aunque, la verdad, es mero efecto químico.
4. El amor es adictivo
Helen Fisher se ha especializado en estudiar el amor y la dopamina. Según sus investigaciones, el amor es adictivo y tiene efectos similares a los que proporcionan las drogas en el cuerpo humano. Asimismo, la ausencia repentina de dopamina puede provocar un síndrome de abstinencia que algunas personas intentan evitar a toda costa.
5. El amor es ciego
Los científicos Semir Zaki y Andreas Bartels comprobaron que el amor es ciego. Los británicos realizaron un estudio con resonancias magnéticas que mostraban la respuesta neuronal cuando se observaba a la “media naranja”. Las emociones “filtran” la realidad pues, al ver al objeto de deseo, se reducen las áreas del cerebro que se asocian a las emociones negativas y se activan los centros del placer y el apego, lo que nos vuelve “ciegos” ante los defectos e imperfecciones de la otra persona.