Ligan deslaves en Tiquipaya a la inestabilidad del cerro Linkupata
La composición geológica de la serranía de Linkupata, en la parte alta de Tiquipaya, junto con la desaparición de cuatro torrenteras que compartían caudal con el río Taquiña y la inacción de autoridades figuran como las causas del segundo deslave en el Tunari, según profesionales expertos en cuencas, vecinos y guardaparques.
Ya en 2019, un informe de la Secretaría de Madre Tierra de la Gobernación de Cochabamba reconoció que el primer aluvión de 2018 no se pudo contener porque se redujo el “cauce” del afluente y las construcciones invadieron el “abanico aluvial” de la cuenca Taquiña.
Se denomina abanico aluvial a los terrenos con una inclinación moderada que se forman en miles de años por la erosión y donde hay cambios bruscos de corriente del agua. El río nace con un lecho amplio mayor a 50 metros, pero en el área urbana se reduce a 20 o menos.
La pérdida de “cauces antiguos” de agua ocasiona que la mazamorra rebase las obras hidráulicas que se realizaron.
Uno de los jefes de Protección más antiguos del Tunari, Alberto Terrazas, dijo que es importante preservar los abanicos porque drenan el agua y soportan la acumulación de materiales de cuencas a través de brazos de distribución.
Taquiña “no era una zona de riesgo; la han convertido al tapar torrenteras para construir casas. Había una que bajaba por Trojes y otra por donde ahora es la calle Molle Molle”, indicó una vecina, Isaura Cruz.
Otro afectado, Ponciano Vargas, comentó que existían otros dos afluentes por la cervecería Taquiña que funcionaban como brazos de distribución del agua. El primero estaba en la ladera izquierda, a la altura de la comunidad de Linkupata, y el segundo, en la orilla derecha de Villa Belén. En ambos sectores hay asentamientos en la franja de seguridad y encima del límite urbanizable del Tunari, la cota 2.750.
Sitio del derrumbe
El riesgo sigue latente en la zona de desastre, porque los deslizamientos continúan en la parte alta de la cuenca, en la serranía de Linkupata.
En un recorrido por el lugar, subiendo por el Parque Tunari, se observó que existen cuatro sitios con grietas por la erosión.
En las áreas de riesgo se verificó gran cantidad de masas de tierra suelta con poca vegetación que amenazan con desprenderse en cuanto aumenten las lluvias y el caudal de las vertientes de las quebradas.
El también director interino del parque, Alberto Terrazas, calculó que en los cuatro puntos existen más de 30 mil metros cúbicos de material acumulado en unas cinco hectáreas que pueden caer.
El aluvión de 2018 arrastró 50 mil metros cúbicos de piedras y lodo que dejaron cinco fallecidos y afectaron 120 viviendas. “En todo este sector, el agua baja con facilidad y mayor fuerza, porque no hay árboles. El material no es roca, sino que se suelta rápido”, dijo.
Las fallas geológicas y las fracturas en taludes de las laderas mantienen en alerta a los pobladores que el pasado 21 de febrero revivieron la tragedia de perder su todo patrimonio por otra mazamorra que anegó más de 350 viviendas en 12 barrios.
“No sé a dónde vamos a escapar, parece que el cerro nos va enterrar. Otra vez la tierra se raja por la humedad. Cada vez es más difícil hallar un lugar seco”, dijo María, una vecina de Linkupata, quien contó que hace dos años abandonó su vivienda en la cumbre porque el primer aluvión la destruyó y sepultó a varias de sus llamas.
Los funcionarios de la Alcaldía “dijeron que me iban a ayudar a hacer otra casita, pero se perdieron. Nadie hace nada, aquí no llegó un solo gavión”, reclamó. Entre lágrimas, dijo que con apoyo de su familia construyó otra casa con barro. La vivienda está a 100 metros del sitio del aluvión de 2018.
María pide ayuda porque las lluvias formaron pequeños ríos que anegaron su nuevo hogar. “He sacado el agua a pulso con lo que pude. Si las autoridades hubieran hecho muros, no estaríamos otra vez así”, dijo.
Terrazas precisó que en la comunidad viven unas 20 familias que se dedican a criar camélidos y a la agricultura. Lo que preocupa a los guardaparques es que hay indicios de que los pobladores causan incendios para renovar los pajonales, deteriorando más los suelos.
Saturación de lluvias
Las intensas lluvias que se registraron la pasada semana en la parte alta de la cuenca Taquiña, en el Tunari, aceleraron el desprendimiento de un talud que ocasionó el deslave.
El ingeniero hidráulico y exdirector de Gestión del Agua de la Gobernación Luis Salazar indicó que a la par de la implementar colmatadores se tienen que realizar diques para retener el material y disminuir la fuerza del agua.
Añadió que se debe reforestar con especies nativas y de tallo alto las zonas con deslizamientos para poder reducir la erosión del suelos. Los resultados serían visibles recién en 10 años.
Ninguna autoridad hizo respetar franja
Los vecinos afectados por el deslave de Tiquipaya apuntan a exautoridades del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) y de la Alcaldía como los responsables de la tragedia, porque permitieron y autorizaron la construcción de viviendas sobre torrenteras y en la franja de seguridad del río Taquiña.
El alcalde Juan Carlos Angulo dijo que desde 2015 no se da curso a trámites para emplazar de nuevas edificaciones cerca del río y comentó que en adelante serán más drásticos para desalojar a las personas que construyen en áreas restringidas. Añadió que la supervisión también es competencia del INRA y el Sernap.
El 85% de las obras del Promic está dañado
De las 301 obras hidráulicas que implementó el Programa Manejo Integral de Cuencas (Promic) en la “vertiente del sur”, en seis municipios del eje metropolitano, el 85 por ciento está a punto de desaparecer o con algún daño, según un informe del Servicio Departamental del Cuencas.
El documento precisa que el descuido del sistema de cuencas en Quillacollo, Tiquipaya, Cercado, Vinto, Sipe Sipe y Sacaba es crítico debido a que en los últimos nueve años no se hizo la reparación.
La mayoría de las obras se deterioraron por “rotura o socavación lateral y de base”. La reconstrucción fue delegada a la Gobernación y a las alcaldías.
La Gobernación no licitó el proyecto en dos años
El asambleísta departamental Freddy Gonzales (Demócrata) denunció que desde 2018 la Gobernación no pudo licitar el estudio de preinversión para el manejo integral de la cuenca Taquiña de Tiquipaya a pesar de que se garantizaron 360 mil bolivianos para su ejecución.
Mencionó que en 2019 la Secretaria de la Madre Tierra reconoció en un informe que sólo gastó 700 mil dólares de los 9 millones que disponían para manejo de cuencas y resiliencia climática.
“No hubo capacidad de gestión. Existen documentos que alertan de indicios de deslizamientos en Linkupata desde 2014”, remarcó. Gonzales dijo que el problema va más allá del tema económico.
ANÁLISIS - Omar Vargas, Exdirector del Promic
“Hay que recuperar conocimiento de cuenqueros”
Desde 2010 no se ha hecho un solo plan de manejo integral de cuencas en Cochabamba. La cuenca Taquiña era una especie de laboratorio, ya tenía riadas desde 1991 y 1992. El Promic la intervino desde 1993 hasta 1998 con 62 obras hidráulicas para regular los recursos hídricos y sólidos, con control de taludes, cárcamos, cabeceras, conformación de suelo y manejo de ganadería.
Posteriormente, en 2009 y 2010 se hizo un monitoreo. Hay que recuperar el conocimiento que se tenía en cuencas para evitar que cada año se repita el desastre.
En todo el departamento tenemos 350 cuencas, de las que 145 son de alto de riesgo por las crecidas complicadas que tienen los ríos. Es necesario recomponer un equipo de profesionales entendidos en el tema para minimizar el impacto.
Actualmente, el Servicio Departamental de Cuencas (SDC) cuenta con nueve funcionarios, pero ninguno tiene la experiencia de los cuenqueros del Promic. La institución fue liquidada por fines políticos cuando se encontraba en su mejor momento. Comunidades, alcaldías y entidades de diferentes regiones del país venían a Tiquipaya para ver el trabajo que se hacía en la cuenca Taquiña.
Se asesoró a los municipios para que hagan el mantenimiento, pero esta tarea fue descuidada. Hay posibilidad de repetir lo que sucede en Tiquipaya con el descenso de material en otras cuencas.
