Análisis: Resiliencia de la festividad de Urkupiña
Johnny Fernández Rojas
Periodista y gestor cultural
¿Cómo será la Festividad de Urkupiña?. Enorme interrogante, para menudas respuestas. Incuestionablemente, será distinto y las restricciones sanitarias, son y serán las determinantes.
Hace un par de meses, el componente folklórico de la Festividad, fue oficialmente pospuesto hasta el próximo año, con ello, la avalancha mercantil, también y de manera inorgánica, como se daba, asumió similar opción.
Es decir, se limitará, según los anuncios oficiales, a la serenata musical, un acto protocolar de lanzamiento y una simbólica presencia folklórica.
Sin embargo, el ámbito religioso; sigue adelante, tal como se preveía. Obviamente, con sustracción de las características de otrora. La Misa de Fiesta, por el sistema virtual, la respectiva Procesión de la Virgen por un par de manzanos aledaños a la Plaza “15 de agosto”, una tímida romería y la consecuente liturgia en el “Calvario”, se constituirán en el núcleo festivo, lógicamente, privados de la tradicional feligresía y turistas del pasado.
Como contrapartida, se retomará lo que por siglos fue la Festividad de la “Mamita Asunta” o la “fiesta del 15”, que cobraba relieve por la notoria presencia de devotos del área rural, quienes al son de sus instrumentos musicales autóctonos, rendían pleitesía a la Virgen en la víspera y, aguardaban los actos litúrgicos del día 15, y así concluía.
La historia es cíclica, ello se evidencia con la inminente celebración de la Festividad de Urkupiña, circunscrito a lo eminentemente religioso. Y que por la inercia de sus promotores, dejaron espacio y acelerado, para que otras manifestaciones, se “apropien” o exploten la Festividad.
Es ahí, donde los responsables parroquiales de Quillacollo, deberían concentrar y extremar esfuerzos para reivindicar lo religioso. Ocasión sumamente oportuna, irrepetible e imperdible. Curiosamente, la pandemia tiende a facilitar a este reencauce. De no reorientar su trabajo, el Equipo Sacerdotal, que así se autodenominan, el clero quillacolleño, el arrepentimiento pasará factura, y con ello, la censura general.
Con seguridad, el siguiente año y los posteriores, se repondrán las tradicionales manifestaciones colaterales: comercio, paganismo y folklore, componentes que no deberían capitalizar la Festividad, sino fortalecer lo religioso.
Trabajo arduo, al que deben contribuir también las autoridades administrativas locales y regionales, y principalmente, la población. Esta última hizo, lo que se fue arrastrando por más de medio siglo, y con ribetes de crecimiento desenfrenado, hasta ser considerado como fenómeno social.
Paralelamente, desde hace algún tiempo, se pregona un clamor para que este acontecimiento sea declarado por la UNESCO, como: “Festividad de Urkupiña, Patrimonio Intangible de Fe, Folklore, Cultura e Integración de la Humanidad”. Ocasión propicia para el epilogo del proceso, y que este ansiado título, sea refrendado.
La Real Academia Española, conceptúa a la resiliencia como la: “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”, afirmación sumamente apropiada, para su actual aplicación a la Festividad de Urkupiña, y que el futuro inmediato, así parece insinuarle
Finalmente, la pandemia del “corona virus”, entre sus secuelas sociales, paradójicamente, advierte que dejaría “coronada” a la Virgen de Urkupiña, como suprema expresión de su Festividad, obviamente, si los clérigos quillacolleños, así se lo permiten.