Creyentes mantienen viva la fe en el “tatita” de Santa Vera Cruz
“Hay que creer, tienes que tener mucha fe; con todo el corazón pedirte, y te hace el milagro”, expresó Gabina, quien junto a su pequeña hija agradeció al “tatita” en la festividad de Santa Vera Cruz que se celebró hace unos días tras dos años de suspensión de actividades por la pandemia.
¿Cuál fue su milagro? Hace cinco años perdió a su hijo y no podía tener más. Entonces, con la esperanza de ser madre nuevamente, visitó al “tatita” —una expresión quechua de cariño que utilizan los creyentes— para que la ayude. Ahora ella tiene dos hijos, devolvió el “bebé” que le entregó hace años el Señor y espera que otras mujeres tengan también su milagro.
“Me compré dos gemelitos (muñecos de bebés), José María y María José, los hice bendecir, pero una amiga me dijo que tenía que esperar al Señor y de los pies recogerme con toda la fe. Hay que creer. Ahora tengo mis dos hijos, soy feliz, no pido más nada. He dejado (el muñeco) para otras personas, para que también les haga el milagro”, contó.
Ésta es una de los miles de historias de creyentes que año tras año visitan al “tatita” para pedir o agradecer lo recibido: hijos, la reproducción de su ganado, una buena cosecha en el año, casita, auto o salud.
Esta festividad marca el fin de la cosecha y el principio de un nuevo ciclo de la vida y se celebra desde hace más de 100 años en el mismo lugar donde los primeros creyentes encontraron una piedra en forma de cruz, fecha que coincidía con la aparición de la Cruz del Sur (la fiesta de la Chakana).
Con el paso de los años, se fusionó con la religión católica y es celebrada en la parroquia del mismo nombre. Si bien la fiesta central se realiza los primeros días de mayo, el templo de Santa Vera Cruz recibe peregrinos del interior y exterior durante todo el año.
“Es una fiesta de la fertilidad, aquí sobre todo viene gente del campo con devoción”, explicó el sacerdote Justino Mamani.
Los que piden abundancia en productos —explicó— vienen con bosta, la queman, hacen bendecir y la esparcen en sus cultivos. Otros llevan excremento de animales para que se multipliquen y otros compran pequeñas casas, autos o bebés.
“La fe hace mucho. Ya lo dice el Evangelio: la fe mueve montañas”, manifestó.
Diego Camacho llegó este año hasta el templo junto a su familia después de nueve años. Contó que son fieles creyentes en el “tatita” a quien fueron a agradecer por lo recibido en este tiempo y a pedir más ganado. “Ha sido milagroso, tengo fe y confío en Santa Vera Cruz”, dijo.
Como él, es común ver a familias o parejas reunidas alrededor de fogatas, q’oas, compartiendo, cantando, riendo y celebrando la vida.