Ricarda, la única lustrabotas mujer de la plaza, vuelve tras la pandemia
Ricarda García Santa Cruz, la única lustrabotas mujer de la plaza 14 de Septiembre, volvió a su lugar de trabajo cuando pasó lo peor de la pandemia de Covid-19, y se encontró que hay más personas en su mismo oficio.
“La Richi”, como también la conocen, ha pasado casi 20 de sus 74 años en la plaza. Ahora encara un nuevo momento de su trabajo mostrándose risueña y agradecida, porque sus antiguos clientes regresan para que deje sus zapatos como nuevos.
Muchos prefieren su trabajo porque incluye la limpieza de cada zapatilla, que consiste en retirar el polvo y las manchas con una mezcla de agua y champú. Luego recién aplica una abundante capa de crema del mismo color o similar al zapato. Por último, lustra y saca brillo para que los calzados luzcan presentables, cómodos y duren así varios días.
Ahora es posible ver nuevamente a Ricarda sonriendo y limpiando decenas de zapatos en el centro de la ciudad, donde al igual que ella hay más de una decena de lustrabotas, entre antiguos y nuevos que incursionaron en este oficio después de la pandemia como alternativa laboral.
“Somos cuatro. Se aumentan porque no hay trabajo, dónde van a ir con esta crisis que está agobiando”, dijo. Solo en la esquina donde está su puesto pasaron de tres a cuatro lustrabotas.
“Yo vengo a trabajar porque hay amigos que me hablan, al menos tenemos clientes para charlar, si no vengo y me quedó en mi casa (encima sin ganar), me empiezo a enfermar. En cambio, trabajando no me duele nada”, contó.
“En la pandemia no he salido a trabajar, me quedé en mi casa, porque no quería enfermarme, pero me golpeó otra enfermedad”, contó.
La historia de una de las primeras lustrabotas de la ciudad de Cochabamba comenzó en los 70, cuando Ricarda se fue a México con la ilusión de llegar a Estados Unidos.
De joven se esforzó por trabajar y reunir los recursos para salir de Bolivia. Sin embargo, en México las circunstancias no la acompañaron y su viaje no se concretó. La dueña de la casa donde alquilaba un cuarto la animó a lustrar zapatos para sostenerse.
Entonces, aprendió mirando el trabajo de otros y tratando de mejorarlo. Desde el inicio optó por no utilizar tinta, porque dijo que arruina el zapato. Contó que lustraba, sobre todo, las botas texanas y como quedaban relucientes hasta por una semana sus clientes retornaban.
La enfermedad de su padre la obligó a retornar a Bolivia. Al volver probó varios trabajos desde el comercio hasta la venta de comida antes de dedicarse a lustrar para sostener a su familia.
Hace unos 20 años, está en la plaza trabajando de lunes a sábado consciente de que cada día es un desafío no sólo por las adversidades, como la pandemia, sino por otros cambios como el hecho de que las personas optan cada vez más por los tenis o zapatos que no necesitan que los lustren.
Es una actividad con más varones
A pesar de los años que lleva trabajando en su puesto, ubicado en el lado sur de la plaza 14 de Septiembre, Ricarda no conoce a otras mujeres lustrabotas por esa zona.
Gran parte de sus días transcurre en un ambiente donde hay más varones que mujeres, y en ocasiones ha enfrentando momentos desagradables, como el robo de sus materiales, que cree que son parte de acciones para que dejé de trabajar.
Sin embargo, ella siempre decidió continuar no sólo para generar ingresos, sino porque entiende que los zapatos son más que una simple prenda, ya que acompañan a las personas en sus caminatas y su trajín diario.