Elefantes y guaraníes en el sendero del arte
Norman Chinchilla Cartagena
Lienzos de elefantes, mujeres de bronce, esculturas de “cosas que no existen”, collages y otras telas conforman la exposición que cuatro artistas, tres experimentados y una novata, instalaron en “los dos patios y varias salas” de la Casa Melchor Pinto, en Santa Cruz.
“Comencé pintando un elefante porque es un animal que me encanta y, sorpresivamente, mi mente se llenó de elefantes, ellos aparecieron allí y hacen cola para salir, aún tengo muchos elefantes entre mi mente, mis ojos y mis manos…”, cuenta Cecilia Arana, “una terapeuta que pinta” y que se estrena como artista en esta exposición. Sus elefantes están ahí, todos africanos, de grandes orejas, de todos los colores.
Las mujeres de Juan Bustillos son de bronce, algunas cubiertas por la verde pátina de su óxido. Enteras o parciales, son un homenaje a Tentayapi y a sus habitantes. Y un “agradecimiento a lo vivido y aprendido de ellos (…), como retrato de su altivez, de su belleza, de su firmeza, de su valor humano y cultural”, dice el escultor que confiesa cuánto lo han marcado sus vistas a esa comunidad guaraní donde “sólo hay celebración de la vida en armonía”.
Hay un segundo escultor que expone en la Casa Melchor Pinto: León Saavedra Geuer. Este boliviano nacido en Holanda es la quinta generación de vitralistas, su primera aproximación al arte fue a través de su madre, María Sunniva Geuer, pintora y vitralista, quien le enseñó las técnicas del vitral y del gobelino. Él aprendió a doblar, soldar y cortar fierros, observando y siguiendo el ejemplo de los cerrajeros y los soldadores, en la ciudad de La Paz. Entre las esculturas que expone están unas que evocan esos artefactos manuales útiles para moler el maíz.
“Leon es muy creativo, es sorprendente su facilidad para crear cosas que no existen, admiro su capacidad de realizar esculturas. Es el mejor compañero para transitar el mágico sendero del arte”, dice de él su cónyuge desde hace 30 años. La de los elefantes coloridos, del segundo párrafo de este texto.
Ella cuenta que “la historia de esta exposición comienza cuando Ejti (Stih) invita a exponer con ella a León y Juan, son amigos hace mucho tiempo, yo había comenzado hace poco a pintar y fue un honor que me sumaran en la muestra”.
Stih dice que para ella ésta “tiene un significado muy especial porque expone nuevamente con (sus) queridos colegas escultores” con quienes se siente unida por una “vieja y gran amistad”.
“Mi obra en particular tiene tres partes: El Café, que mide nueve por 1,20 metros, cuatro cuadros que cuentan la historia de un vestido, que desde glamur pasa por ropa usada, y 14 collages sobre papel, hechos para la poetisa búlgara Nevena Borisova”.
Todo eso está dispuesto al goce estético de los visitantes, hasta el 31 de octubre en el número 50 de la calle Sucre, en Santa Cruz.
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