La capitana de fútbol femenino rechaza ir a la Casa Blanca
Si por algo destaca Megan Rapinoe, además de por su fútbol, es porque nunca se muerde la lengua. Cuando se le preguntó si irían a ver al presidente de EEUU, Donald Trump, tras el Mundial femenino, la capitana resopló y soltó un elocuente: “No voy a ir a la puta Casa Blanca”.
Rapinoe es consciente de que sería un personaje incómodo para la Administración Trump: cuesta pensar figuras más antagónicas que la contestataria futbolista y el polémico mandatario.
A sus casi 34 años, Rapinoe es todo un símbolo que traspasa el deporte. Lo sabe y utiliza su condición para reivindicar causas sociales y luchar contra la discriminación.
“Soy una protesta andante”, se calificó en una entrevista en Yahoo antes del Mundial. Por eso no entona el himno de las barras y estrellas, ni se lleva la mano al corazón como el resto de sus compañeras, simplemente se queda de pie, hierática. “No creo que vuelva a cantar el himno”, manifestó la deportista.
Ayer, Trump le respondió a Rapinoe que no “falte el respeto” al país.
“Megan nunca debería faltar el respeto a nuestro País, la Casa Blanca o nuestra Bandera, especialmente porque se ha hecho mucho por ella y por su equipo. Siéntete orgullosa de la bandera que llevas”, tuiteó.
En la misma serie de tuits mayormente dedicados a Rapinoe, Trump anunció su invitación al equipo nacional de fútbol femenino a la Casa Blanca, del que dijo ser “un gran fanático”.
Sin embargo, sobre Rapinoe dijo que “¡debería ganar antes de hablar!”. “¡Termina el trabajo!”, remató el mandatario.