Hay acuerdo para el “brexit”, falta que Parlamento británico lo apruebe
Los líderes del Reino Unido y la Unión Europea cerraron ayer, en tiempo de descuento, un “excelente nuevo acuerdo” de “brexit”, sobre el que pesa, sin embargo, la persistente amenaza de un rechazo por el Parlamento británico.
Diez días
Tras 10 días de intensas negociaciones y mucha especulación, Londres y sus 27 socios europeos llegaron a un entendimiento in extremis, a dos semanas del divorcio, previsto para el 31 de octubre.
“Todo parece indicar que estamos muy cerca del final”, aseguró el jefe del Consejo Europeo, Donald Tusk, al anunciar la adopción por los dirigentes de la UE del texto en una cumbre en Bruselas.
Sin embargo, las miradas se vuelven ahora hacia los diputados británicos ante la incertidumbre sobre si aprobarán el pacto, unos recelos de los que es consciente el primer ministro Boris Johnson.
“Tengo mucha confianza en que cuando los diputados de todos los partidos examinen este acuerdo vean el mérito de apoyarlo”, afirmó el combativo jefe de gobierno antes de regresar a su país para emprender una campaña de seducción.
Hace casi un año, en este mismo lugar, su predecesora Theresa May también había logrado tras arduas negociaciones un acuerdo, calificado como “el mejor posible”, que después fue insistentemente rechazado por los diputados británicos.
Ese rechazo provocó la caída de May y que el Brexit, decidido por referendo en 2016, fuese aplazado dos veces. El ahora inquilino de Downing Street, en el poder desde julio, se resiste a pedir una tercera prórroga.
Alivio
El acuerdo aleja temporalmente el temido “brexit” brutal, contra el que advierten los círculos económicos. Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la patronal británica celebraron el nuevo acuerdo, pero se mantuvieron prudentes ante la posibilidad sobre su éxito.
El texto fue de hecho mal recibido en Londres, tanto entre la oposición como entre los aliados de Johnson, los unionistas norirlandeses del DUP, lo que reavivó el fantasma del rechazo.
El acuerdo retoma básicamente lo negociado por May pero modifica su punto más conflictivo: cómo garantizar un intercambio fluido de mercancías entre la provincia británica de Irlanda del Norte y la República de Irlanda —país de la UE—, sin necesitad de reintroducir una frontera física.
Su objetivo es preservar el frágil acuerdo de paz del Viernes Santo, que en 1998 puso fin a tres décadas de sangriento conflicto en Irlanda del Norte entre unionistas protestantes y republicanos católicos, y proteger el mercado único europeo de una desleal competencia británica.
El acuerdo actual prevé una compleja solución técnica por la cual la provincia británica seguiría rigiéndose por algunas regulaciones del mercado único europeo y se mantendría de facto en una unión aduanera con la UE, aunque permanecería legalmente en la misma zona aduanera que el resto del Reino Unido.
Pero este sistema “excepcional”, que el negociador europeo Michel Barnier justificó por la “situación única” de Irlanda del Norte, choca con la férrea oposición de los unionistas noirlandeses, que rechazan que su territorio tenga un trato diferente del resto de Reino Unido.
Los legisladores británicos se reúnen mañana, fin del plazo para un nuevo aplazamiento del “brexit”.