LULA DA SILVA: “Tengo que volver para que el pueblo coma tres veces al día”
Entra como un ciclón en la sala donde hacemos la entrevista. A lo largo de la conversación, el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva repite varias veces su edad, 76 años, —una edad a la que un hombre no puede odiar, nos dirá—, pero asegura encontrarse con la energía de alguien mucho más joven.
Pese a todo al ajetreo que tiene, responde desde la primera pregunta con la pasión de quien quiere proclamar al mundo que Brasil puede estar de vuelta en la escena internacional a partir de las elecciones que se celebran el año próximo. Ese es el mensaje que quiere transmitir en su visita europea: Brasil no es Bolsonaro.
—Le hemos visto en su gira europea muy enérgico, con muchas ganas de política.
—Eso es lo que siento. Cuando yo dejé la presidencia en 2010, Brasil estaba en una situación de crecimiento económico y de respetabilidad. Hoy está en quiebra. Tenemos más desempleo e inflación. Y el hambre que había acabado en Brasil en 2014 volvió con mucha fuerza. Brasil era un protagonista internacional. Y todo se desmanteló. ¿En nombre de qué? En nombre de apagar la imagen de Lula, de apagar la imagen del Partido de los Trabajadores (PT). Por lo tanto, yo tengo mucha disposición para hacer política. Mi causa es la lucha contra la inequidad en Brasil y en el mundo. No puedo admitir que el mundo produzca más alimentos de los que la humanidad puede comer y que tengamos 800 millones de personas con hambre en el mundo. Ni que en Brasil, que es el tercer productor de alimentos del mundo, la gente esté pasando hambre. Quiero aprovechar, mientras Dios me dé vida, mientras tenga energía, fuerza en mi garganta y en mis piernas, para luchar por un mundo más humano en el que todos tengan lo elemental. Eso me da ganas de pelear, me hace ser joven. Parece que tengo 76 años, pero tengo la energía de los 30 años.
—¿Y por qué se resiste a confirmar que va a ser candidato en las elecciones de Brasil?
—Yo puedo ser candidato. Trabajo para ser candidato. Pero no depende de una voluntad personal, no depende de mí. Yo tengo que construir con otra gente y con otros partidos un programa para Brasil. Tengo que hacer una alianza, porque lo importante no es solamente ganar las elecciones, es poder gobernar. Tengo una responsabilidad doble. Porque todas las encuestas demuestran que mi Gobierno está considerado el mejor que hubo en Brasil. Ha sido el mejor momento de inclusión social, de universidades, de aumentos de empleo y sueldo. Los pobres y más humildes también conquistaron la ciudadanía. Si yo vuelvo a la presidencia, no puedo hacer menos de lo que hice. Por eso tengo miedo. No puedo volver para hacer cualquier cosa, sino para que Brasil pueda recuperarse. No puedo fracasar. Tengo que volver para recuperar el prestigio internacional de Brasil y que el pueblo pueda comer tres veces al día.
—¿Cuál sería la versión 2021 del programa Hambre Cero con el que sacó de la pobreza a millones de brasileños?
—Me parece que hoy tendríamos que perfeccionar ese programa. Nosotros hicimos un conjunto de políticas públicas y en 2018, Brasil llegó a ser la sexta economía mundial. Hoy es la decimotercera. Caminamos hacia atrás. Se destruyó la empresa de ingeniería, las empresas de agua y gas, la industria naval. Dejamos de ser un sueño para los inversores extranjeros y empezamos a ser una pesadilla. Los empresarios españoles saben de qué hablo porque España es el segundo inversor de Brasil. Y son siempre bienvenidos. Brasil puede ser mejor, no es el Gobierno actual. El Gobierno actual no representa el alma del pueblo.
—Usted hace un retrato demoledor del Brasil que deja Bolsonaro. Pero los brasileños lo votaron. ¿Por qué cree que lo hicieron?
—Vivimos un momento de anomalía en la política mundial. El votante brasileño votó a Bolsonaro por las mismas razones que el votante americano votó a Trump. Ha sido un momento de desajuste emocional de una parte de la humanidad. Como con Vox aquí. Ha ocurrido en todo el mundo. La mentira prevalece sobre la verdad. Bolsonaro es mentiroso, no comprende la economía, no entiende los problemas sociales. Si yo no estuviera vinculado al movimiento sindical, a la sociedad más pobre de Brasil, si el PT no hubiese sido un partido organizado, me hubiesen destruido. He sido arrestado. Pero estoy aquí, con la cabeza erguida, con la misma disposición, porque, como soy católico, como creo en Dios, me parece que lo que pasó conmigo fue un test que Dios estaba haciendo, y tuve que probarle que yo estaba listo para enfrentar la adversidad.
Tomé la decisión de ir a prisión cuando muchos me decían que debía salir de Brasil. Yo no quise. Tenía tanta conciencia de mi inocencia, tanta seguridad de que el juez Moro y los procuradores habían formado una cuadrilla político-económica para destruirme, que decidí ir a la policía para probar mi inocencia. Y creo que lo conseguí.
LULA DICE QUE NO TIENE SENSACIÓN DE VENGANZA
REDACCION CENTRAL
Luiz Inácio Lula da Silva dijo que no tiene sensación de venganza ni resquemor después de las experiencias que ha vivido de un tiempo a esta parte.
“Nadie puede querer gobernar para vengarse. Mi obligación es intentar resolver los problemas del pueblo brasileño. Quiero contarles una cosa. Yo comí pan por primera vez cuando tenía siete años. Mi madre salió de Pernambuco, caminamos, fuimos en camión durante 13 días, cruzamos 2 mil kilómetros hasta São Paulo para intentar vencer el hambre y logré vencer el hambre”, señaló.
“La única razón por la cual puedo ser candidato y agradezco a Dios estar vivo y con salud es porque tengo la conciencia de que yo puedo ayudar al pueblo pobre de Brasil. Puedo ayudar a que trabaje, coma y vaya a la universidad. Ya lo hicimos”, añadió.
El exmandatario brasileño dijo que ha aprendido que un poco de dinero en la mano de muchos hace milagros.
“Cuando le das 10 euros a un pobre y le das mil a un rico, los mil irán a una cuenta bancaria, a especular. El pobre va a comer, va a comprar zapatos, ropa, un cuaderno, y la economía empieza a funcionar. Ese ha sido el milagro brasileño”, puntualizó Lula Da Silva.