Petro, en busca de la ansiada gobernabilidad en Colombia
Desde que ganó las elecciones el 19 de junio, Gustavo Petro se ha concentrado en calmar las aguas; generar pactos y consensos y fotos en busca de la ansiada gobernabilidad en Colombia.
La posibilidad de que el economista de izquierda no pueda gobernar es enorme. Le pesa la historia: ser el primer presidente de izquierda. Le pesa su historia: fue guerrillero. Le pesa la desconfianza en los cuarteles, los mercados, la prensa y los corrillos del Congreso.
Como se vivió durante su alcaldía en Bogotá, entre 2012 y 2016, Petro tiene cierta capacidad de poner al establecimiento político y económico en su contra.
Transformado
Su historial es el de un caballo de batalla: el expositor de la corrupción y las violaciones de los derechos humanos por parte de la política tradicional. Pero ahora, como presidente a partir del 7 de agosto, Petro se muestra como el moderador, el estadista, el anfitrión y propulsor de un cambio de fondo que incluya a todos los colombianos.
Este Petro ecuánime —parece decir el presidente electo en cada movida desde su victoria— es distinto al polarizante y contencioso alcalde o congresista del pasado.
Petro y el reto de la guerra: ¿qué pasa ahora con la lucha armada tras la llegada de un exguerrillero a la presidencia de Colombia?
Y, para dar cuenta de ello, ha hecho simbólicos y meticulosamente anunciados nombramientos en ministerios y embajadas. Con ellos pretende reactivar la agenda de paz, parcialmente archivada por Iván Duque, y moderar su figura del izquierdista antisistema.
Equilibrio
A los nombramientos simbólicos se añaden otros de connotaciones más típicas, asociadas a la política tradicional, que dan municiones a aquellos —incluso dentro de su bancada— que cuestionan la autenticidad del cambio prometido por el Pacto Histórico, la coalición petrista.
El ascenso de Petro al poder se ha destacado por las “primeras veces”: el primer candidato de izquierda favorito, el primer presidente antisistema, la primera vicepresidente afro, el primer Congreso con mayorías progresistas...
Pero también se está apoyando en importantes referentes de la clase política tradicional.
Esa búsqueda de equilibrio entre reformista y tradicional, entre ruptura y continuismo, es lo revelan sus más simbólicos nombramientos.
Iván Velásquez es un exmagistrado experto en Derechos Humanos. Su llegada al ministerio de Defensa es un mensaje para el Ejército y los grupos armados.
Pesos pesados para la paz
Petro anunció a tres veteranas figuras de la política colombiana en carteras que serán clave para su gobierno: Defensa, Exteriores y Agricultura.
Hace 12 días, anunció que en la primera estará a cargo Iván Velásquez, un jurista de 67 años que se ha destacado, no solo en Colombia, por la lucha contra la corrupción y la violación de derechos humanos.
A cargo de las FFAA, aquellas que no han sido reformadas tras el proceso de paz con la guerrilla en 2016, estará un exmagistrado de la Corte Suprema que investigó a los políticos vinculados con el paramilitarismo, denunció los asesinatos extrajudiciales de militares y se peleó con el expresidente Álvaro Uribe.
En el plano internacional, Velásquez fue parte de la comisión de la ONU que investigó la corrupción y la impunidad en Guatemala y llevó a la destitución del entonces presidente de ese país, Otto Pérez Molina.
Ese mensaje de compromiso con la paz y apego a los derechos humanos —sobre todo hacia EEUU, el principal aliado de Colombia— también lo quiso dar Petro con su designación en la Cancillería: Álvaro Leyva, de 79 años, es un conservador nato que ha llevado la contraria dentro de la derecha colombiana al defender las negociaciones con los grupos armados ilegales.
Y también va en una línea similar haber elegido a Cecilia López, una liberal, exministra y académica de 79 años, en la entidad encargada de llevar a cabo la esperada y compleja reforma rural: el Ministerio de Agricultura.
Son tres nombramientos de peso para dar la idea de que Petro no vino a patear el tablero.
Diversidad e inclusión de los grupos marginados
Una de las razones por las cuales Petro logró convertirse en el primer presidente alternativo de la historia de Colombia es que se alió con los grupos históricamente marginados.
Su fórmula vicepresidencial, Francia Márquez, una abogada afro y feminista que viene del activismo medioambiental en el Cauca (en el suroccidente), fue un acierto electoral que trajo votos de las zonas más pobres del país, históricamente abstencionistas y de mayoría negra.
Márquez, de 40 años, dirigirá al naciente ministerio de la Igualdad y la Mujer.
En la embajada de EEUU, el principal socio comercial y militar, nombró al ingeniero negro Luis Gilberto Murillo, un experto en medio ambiente que estudió en la Unión Soviética y en el MIT, en Boston, y fue gobernador del Chocó, el departamento de mayoría afro.
Pocos saben tanto como él de medio ambiente en Colombia y su impacto en las comunidades marginadas.