Francisco, de “héroe” de la izquierda a “crítico” de los gobiernos progresistas

Desde el inicio de su papado, el 13 de marzo de 2013, Francisco mostró su simpatía por los gobiernos de izquierda que surgieron en América Latina, incluso el influyente diario británico The Guardian calificó al pontífice argentino como “el nuevo y obvio héroe de la izquierda”. Sin embargo, esta figura cambió en los últimos días cuando el papa, en una entrevista concedida a Infobae comparó al régimen de Daniel Ortega con el nazismo de Hitler y llamó al Gobierno nicaragüense “una dictadura grosera”.

Es la primera vez, en 10 años, que el papa Francisco expresa de manera directa su desacuerdo con las prácticas “abusivas y dictatoriales” de un gobierno progresista de tendencia izquierdista. Sus dichos provocaron la reacción inmediata del régimen familiar de Ortega que planteó el sábado de la pasada semana retirar su misión diplomática en el Vaticano y que la santa sede haga lo mismo en Managua, Nicaragua.

“No he sido de derecha”

Jorge Mario Bergoglio, por su formación jesuita y miembro de la Compañía de Jesús, tuvo cierto apego hacia esa izquierda batalladora de los años 60, 70 y 80 que combatía a los gobiernos de factos de militares que tomaron por la fuerza el poder y el control de varios países de América Latina.

Él mismo, en una entrevista con La Civiltà Cattolica, confesó que “jamás he sido de derecha”. Esta postura se evidenció en su acercamiento a esa nueva ola de izquierda en Latinoamérica, es el caso de Nicolás Maduro, el cuestionado presidente de Venezuela, a quien recibió en su despacho a los pocos meses de haber iniciado su papado.

En esa ocasión ambos hablaron de pobreza, de la lucha contra el crimen organizado y el tráfico de drogas, además de asuntos regionales, entre ellos la disputa que había entre Venezuela y Colombia.

Otro de los presidentes de tendencia izquierda al que le abrió las puertas del Vaticano fue a Evo Morales, cuya visita quedó marcada por el regalo que el exgobernante boliviano le entregó, una talla de Jesús con una peculiaridad: a modo de cruz estaban nada menos que una hoz y un martillo, el “crucifijo comunista”.

Ese encuentro no quedó ahí, pues en julio de 2015 Francisco ofreció un indudable espaldarazo a las políticas de Evo Morales en su visita a Bolivia. Apenas aterrizó en el aeropuerto de El Alto Bergoglio dijo: “¡Qué hermosos son los países que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo!”.

A los pocos días de ese gesto papal, la respuesta de Morales fue contundente: “Ahora si puedo decir que tengo un papa”. Desde entonces y hasta el término de su gobierno, el exmandatario se sintió con el derecho de elevar su queja a Bergoglio por el accionar de la jerarquía católica, que a su juicio obraba en contra de su administración.

Pero no solo fueron Maduro y Morales los que gozan de la simpatía de Francisco, a la lista se suman el exgobernante de Ecuador, Rafael Correa, y el actual presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva.

Polémico silencio

Con quien no tuvo un acercamiento directo fue con Daniel Ortega, presidente de Nicaragua desde el 10 de enero 2007. El pontífice argentino, desde que asumió el liderazgo de la Iglesia católica, no se pronunció por los abusos que cometió el régimen nicaragüense, hasta 2022.

En agosto de ese año, en una carta, distintas organizaciones de Nicaragua le pidieron al Vaticano que no los deje solos.

Un mes después, Francisco, en la plaza de San Pedro del Vaticano, se refirió a la crisis política que vive el país centroamericano y que ha salpicado a la Iglesia católica, tras el arresto de altos cargos eclesiásticos por orden del presidente Ortega.

“Quisiera expresar mi convicción y mi esperanza de que a través de un diálogo abierto y sincero se puedan encontrar todavía las bases para una convivencia respetuosa y pacífica”, dijo en esa ocasión.

Ortega y su clan hicieron caso omiso a esa exhortación y continuaron asediando a los opositores al régimen. Las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, ejecuciones extrajudiciales y otras prácticas abusivas, como el cierre de instituciones, se han vuelto una constante en Nicaragua, tal como afirma el informe de la comisión de expertos de la ONU que presentó un informe hace unos días acerca de la situación en ese país centroamericano.

Todo esto, más la condena a 26 años y 4 de meses de prisión del obispo Rolando Álvarez, muy crítico con el Gobierno de Ortega, colmó la paciencia de Bergoglio.

El líder católico lanzó el 10 de marzo una dura y lapidaria calificación al régimen nicaragüense: “Dictadura grosera”. Desde entonces las relaciones entre la santa sede y Managua se deterioraron aún más, al punto de quebrarse.