Los indígenas muras buscan frenar un campo de gas en el corazón de la Amazonía brasileña
La extracción de gas natural en plena Amazonía brasileña ha puesto en pie de guerra al pueblo Mura. Mientras las autoridades hablan de desarrollo para la región, esta etnia teme por los ríos y los bosques de los que vive y ha entablado una lucha legal para frenar el proyecto.
Cerca de su aldea, el cacique Jonas Mura se detiene a unos metros del pozo de gas y escucha. Con el sol ya alto, solo el graznido agudo de un tucán rompe el silencio.
"La selva tiene espíritu y esto es un desastre... Están perforando sobre los huesos de nuestros antepasados", cuenta a EFE este hombre de 45 años, vestido con pantalones de deporte y un cocar (penacho) de plumas azules y rojas de guacamayo.
Ensombrecido por masarandubas de treinta metros de altura, el camino de tierra que lleva hasta allí tiene placas a cada tantos metros que rezan "la protección de la naturaleza es responsabilidad de todos".
Pero el área deforestada alrededor del pozo, del que apenas sobresale una estructura de metal con válvulas, es del tamaño de varios campos de fútbol.
El pozo forma parte de las amplias concesiones que la empresa brasileña Eneva posee en la región de Silves, situada a unas cuatro horas de Manaos y que es la primera área productora de gas de la cuenca del río Amazonas.
Recientemente, Eneva redobló la apuesta y acaba de lanzarse a construir dos centrales termoeléctricas de gas con capacidad para cubrir la demanda de cuatro millones de residencias y una inversión de 5.800 millones de reales (1.100 millones de dólares).
En respuesta a EFE, la empresa señala que todos sus permisos ambientales están vigentes y que el gas natural ayuda a sustituir fuentes de energía más contaminantes como el diésel.
Las obras también cuentan con el apoyo del Gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que ha aprobado financiar con 626 millones de reales el proyecto.
Lula se ha resistido a los llamados para detener la explotación de combustibles fósiles en la Amazonía, pese a haber hecho del combate al cambio climático una bandera.
Amazonas es en la actualidad el tercer estado brasileño que más gas natural extrae, con 9,5% de la producción nacional, según datos oficiales.
Sin consulta previa
En la aldea de Santo Antonio, la cacica Ivanilde dos Santos, de 54 años, recuerda cómo hace unos años estaba tomando el fresco sentada en la mesa comunitaria, cuando vio a lo lejos una gran llamarada que encendió la noche.
"Al principio, nos alegramos. No pensábamos que nos fuera a perjudicar. El gas va a ser barato, dijimos, pero el precio ha aumentado", explica ella, sentada en la misma mesa de madera, bajo la sombra de un inga.
Con la vista puesta en las aguas oscuras del río Anebá, a Dos Santos le preocupa el impacto sobre la pesca, que ha caído alrededor de un 50% en medio de sequías cada vez más intensas: "El río daba mucho pescado, pero este año el caudal subió poco".
Uno de los informes presentados por la empresa ante el órgano ambiental regional reconoce el riesgo de "vertidos accidentales de aceites y productos químicos".
A los miedos se une el hecho de que las aldeas indígenas no fueron consultadas previamente como obliga el derecho internacional y brasileño.
"Nunca fuimos escuchados, la empresa simplemente llegó, deforestó y excavó", denuncia Jonas Mura.
Según Eneva, la reserva indígena más próxima está a unos 60 kilómetros de las futuras termoeléctricas, lo que la exime de realizar una consulta.
Aunque las tierras de los muras se encuentran alejadas de las obras, sí están cerca de los pozos que las abastecerán de gas. Además, el Gobierno federal confirmó a EFE que existe un proceso en curso para su demarcación como reserva, pero que no hay fecha para el reconocimiento debido a la "escasez" de funcionarios.
Pese al limbo legal, la Fiscalía ha aceptado los argumentos de los indígenas y también ha pedido la paralización del proyecto por la ausencia de consulta previa.
A finales de mayo, una jueza llegó a suspender de forma cautelar los permisos de algunos de los pozos, pero Eneva enseguida recurrió y logró revertir la decisión.
Sin embargo, el cacique no se rinde; viaja de la selva a la ciudad para reunirse con bancos y autoridades. A los primeros les echa en cara sus inversiones y a los otros, su lentitud.
"Nosotros somos los verdaderos dueños de este territorio. Si terminan con él, ¿para dónde vamos?".