Ciudadanos críticos y pensadores independientes
Escribo desde la habitación de un hotel rematando una jornada en la que se habló de educación con un repaso de las claves del éxito de la educación en Finlandia, segunda parte comprometida para esta columna. Hace escasos días, en este mismo hotel se reunieron autoridades del Gobierno con aproximadamente 50 profesionales bolivianos que hacen ciencia y tecnología en el extranjero. Ya supe que lo primero que hicieron los científicos fue cuestionar la ausencia de la universidad que no fue convocada siquiera a escuchar lo que estos señores tenían que decir.
A lo nuestro: veamos qué podemos aprender de la educación finlandesa considerada una de las de mayor calidad en el mundo. Según los finlandeses –hablando de calidad y ciencia– el nivel educativo de los estudiantes de Inglaterra y Estados Unidos no está siquiera cerca de lo que debería ser en una economía basada en el conocimiento donde la productividad y la innovación son condiciones necesarias para la competitividad porque la educación en esos países es irrelevante respecto de las necesidades de la sociedad.
Finlandia comenzó su proceso de transformación educativa luego de la segunda Guerra Mundial con estas premisas: mejorar el cuerpo docente, limitar al mínimo necesario las evaluaciones, colocar la responsabilidad y la confianza antes que la obligación de rendir cuentas, y entregar el liderazgo de la escuela a pedagogos. No se realizan inspecciones a las escuelas, no hay currículos estandarizados ni exámenes de alta exigencia.
El acceso equitativo, el desarrollo de las personalidades individuales y holísticas de los niños y la modernización de la formación docente fueron asuntos claros apenas acabara la guerra.
En 1963, el parlamento finlandés adopta un primer compromiso político sobre la reforma de la escuela integral que me parece extraordinario: utilizar el legado de los campesinos liberales, el espíritu del capitalismo y la utopía del socialismo, así la igualdad, la eficiencia y la solidaridad se han convertido en la tierra fecunda sobre la cual se ha gestado su política educativa.
¿Cómo se refleja esto en la práctica educativa? Desde 1970, año en el que se reforma la educación básica o peruskoulu, ha habido más de 20 gobiernos y cerca de 30 ministros de educación y las políticas educativas siguen siendo las mismas, y es que la educación es vista como un bien público protegido como un derecho humano fundamental basado en la confianza, la autonomía, la diversidad, la equidad, la cooperación y la tolerancia. Con estos postulados, los educadores creyeron en un sistema que impulsó la enseñanza primaria única convencidos de que la inteligencia y aptitudes de una persona siempre se elevan al nivel requerido por la sociedad y que los sistemas de educación reflejan esos límites o necesidades.
A partir de 1985 todos estudian con los mismos planes de estudio. Las brechas se han eliminado y se ha potenciado la orientación vocacional con lo que se ha interconectado el mundo de la escuela con el del trabajo y expandido la enseñanza secundaria superior que desde 1990 deja de agrupar a los estudiantes según sus edades y elimina las clases o grados fijos.
Hoy, más del 40% de los estudiantes cursa la escuela secundaria superior y en paralelo realiza su formación técnica; una sexta parte de la capacitación tiene lugar en un puesto de trabajo; los talleres, el aprendizaje del oficio y el aprendizaje virtual son algo común en Finlandia país con la tasa de graduación de la educación secundaria superior más alta del mundo (93%), y con los mejores resultados en la prueba internacional PISA.
Finlandia insiste en que la clave es formar ciudadanos críticos y pensadores independientes. Debemos aprender, ¿no?
La autora es comunicadora social.
Elblogdelamolmitos.wordpress.com
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