Entre la legalidad y legitimidad
En las aulas universitarias, cuando se toca el tema de legalidad y legitimidad es muy usual utilizar el ejemplo de una balanza, en uno de cuyos platillos se encuentra la legalidad y en el otro la legitimidad. La tarea del gobernante en un sistema ideal que es descrito por Carl Schmitt debería ser tomar una posición ecléctica que mantenga nivelada la balanza.
Sin embargo, en América Latina pecamos de la desmesurada y emocional idea suposición de que la legitimidad tiene mayor peso que lo legal.
Bolivia y gran parte de las sociedades latinoamericanas toman la legitimidad como la excusa para satisfacer no solamente necesidades vitales, sino también para hacer de sus delirios y deseos realidades palpables. Obviamente, los caudillos populistas son muy astutos al tomar como suyos los problemas de sus sociedades y tienen un poder carismático tal que parece harán realidad hasta los pedidos más estrafalarios. Estos caudillos tienen la innata capacidad de convertir estas aspiraciones legítimas en codificaciones legales. Las artimañas carismáticas no solamente son parte de los grandes líderes con grandes discursos, también tienen esta inmutable habilidad los sectores corporativizados. El más claro ejemplo lo podemos ver cuando los sectores sindicales salen a las calles exigiendo al gobierno abolir aquellas leyes que afectan sus intereses perjudicando a la ciudadanía en su conjunto. Estos pedidos llenos y rebosantes de legitimidad resultan ser pedidos de sectores particulares, en Bolivia podemos ver estos particularismos en los movimientos sociales que son los pilares del actual gobierno.
Belisario Betancur Cuartas (Presidente de Colombia, abogado y literato) dijo una vez que una de las malas costumbres de los latinoamericanos es tomar muy en serio eso de que “el papel lo aguanta todo”. En Bolivia es una costumbre histórica el codificar leyes por cada período legislativo sin ningún sentido, convirtiendo al parlamento en una especie de máquina programada para crear todas las leyes posibles dejando de lado el debate. Debemos recordar que en gran parte de nuestra región entienden la gobernabilidad y la gobernanza como tener los dos tercios (conocido popularmente como rodillo legislativo) en el parlamento para hacer realidad los sueños del caudillo que dirige el poder ejecutivo.
El referéndum nace gracias a un pedido legítimo de los movimientos sociales que ven al presidente Evo Morales como el único hombre que tiene la capacidad de manejar los designios del país. Al tener el MAS mayoría parlamentaria legaliza el pedido de los sectores sociales. Es así, que la ciudadanía el 21 de febrero asistirá a un referéndum donde la pregunta será: “¿Usted está de acuerdo con la reforma del artículo 168 de la Constitución Política del Estado para que la Presidenta o Presidente y la Vicepresidenta o Vicepresidente del Estado puedan ser reelectas o reelectos por dos veces de manera continua?”
Lamentablemente, nuestros políticos no son capaces de explicar a la ciudadanía que el acto electoral que se llevará a cabo en febrero tiene que ver con una modificación constitucional. La funesta labor sobre este asunto tanto de la oposición y el oficialismo se encuentra conformada por chauvinismos binarios, es decir, en dicotomías simples para confundir y captar ingenuos e incluso con tintes sentimentales donde el pueblo ese día le informará al presidente Morales si aún lo quiere y es amado por todos.
El autor es politólogo.