Sobre los resultados del referendo: el fin de una ilusión

La imagen del presidente Evo, durante un tiempo atizó la poderosa ilusión de que los oprimidos podían ser gobierno. Quizás para muchos sea un recuerdo lejano cuando en octubre de 2003, los campesinos que ingresaban a La Paz, obligaban a los señores vestidos con saco y corbata a sacarse esas ropas que a sus ojos indígenas representaban opresión. Fueron ellos, junto a otros sectores subalternos, los que llevaron a Evo Morales al gobierno. El MAS era visto como el gobierno de los pobres, de los indígenas, de los marginados, y su símbolo era el presidente Evo, el expastor de llamas, el explatillero y dirigente sindical. Estos son repertorios simbólicos y uno de los fundamentos sociológicos entorno a los cuales se construyó el mito de Evo Morales.

Los intelectuales del MAS fueron prolíficos en la creación de mitos. Recordemos que la simbología que acompañó el ascenso del MAS al gobierno fue del socialismo, de la revolución, del antiimperialismo. La misma Constitución promovida por el MAS, fue legitimada invocando a los héroes plebeyos de las guerras del agua y del gas. Y miles de aquellos que en las calles expulsaron al “gringo Goni”, que lucharon contra las transnacionales y la llamada oligarquía; le apostaron al “proceso de cambio”. Independientemente de que algunos no les creyéramos, lo importante es que la inmensa mayoría subalterna le creyó y lo pensó de ese modo, y eso es lo decisivo desde el punto de vista del análisis político, que como decía Trotski, en un 90 por ciento consiste en saber calibrar el “estado de ánimo de las masas”.

A pesar de que en ciertos círculos políticos e intelectuales de izquierda hoy se caracteriza al MAS como “la nueva derecha” –y no faltan buenas razones para hacerlo– es importante tener en claro que dentro del espectro simbólico subalterno, el MAS fue ubicado en ese lugar que los especializados en la política llaman “izquierda”. Esa es la “identidad social” del partido MAS. Es importante no olvidarlo, porque el proceso de desencantamiento con el mito de Evo Morales y de su partido, es principalmente el descubrimiento de lo ilusorio de aquellas ideas; lo cual tiene vastos y múltiples efectos políticos.   

Una de las inflexiones fundamentales que expresan los resultados de las elecciones subnacionales de abril de 2015 y del referendo reciente, es que las subversiones simbólicas iniciadas hace más de una década viven su ocaso, desafortunadamente, abriendo el paso a la restauración. Se trata de una oscilación en las preferencias de sectores subalternos hacia la derecha, en un sentido opuesto a las orientaciones que hace casi una década posibilitaron el ascenso del MAS al gobierno.

Si en el pasado los humildes eligieron a un indio, una chola, una empleada doméstica, un obrero, es decir, a gente con quienes ellos se identificaban; el abril del año pasado volvieron a buscar a los doctores, a los que dominan el saber escolar, a los empresarios, a los vestigios de la antigua derecha. Y de hecho, los valores predominantes, promovidos en la propaganda más ruidosa contra la reelección de Evo y Álvaro, no han sido muy distintos: valores como el racismo, el sexismo, el clasismo, han rondado claramente el caso de las denuncias de tráfico de influencias entorno a la relación de Evo con  la señora Zapata, o la falta de licenciatura de García Linera.   

Varias experiencias y procesos han ido trizando la imagen de que el MAS es un gobierno de los pobres: la dirección de los ministerios fue progresivamente copada por profesionales de las ONG y de las clases medias, y del seno del Gobierno surgieron nuevos ricos, una nueva “burguesía azul” que fue disociando la tradicional relación entre clase y etnia: hoy, no pocos apellidos de origen indígena se cuentan entre los nuevos ricos de la burguesía andino-amazónica. A esto deben sumarse los denodados esfuerzos del MAS por convertir a las transnacionales y a los empresarios privados en sus aliados. El ensanchamiento de la “élite”, tan propugnado por el Gobierno del MAS, ha ido desdibujando su imagen popular.

El efecto sociológico producido es que la aproximación práctica y simbólica del MAS hacia la burguesía, tanto en su modo de vida, como en sus prácticas y tradicionales estilos clientelistas y muchas veces corrompidos de gobierno, ha desconfigurado los principios de oposición que surgieron durante el período revolucionario de inicios de siglo –las oposiciones k’aras-indios, pobres-oligarquía–. Así, a los ojos de los sectores subalternos, existen cada vez menos diferencias entre el MAS y lo que tradicionalmente se conoció como derecha.

Desafortunadamente, ante el estéril antielectoralismo de las opciones de izquierda radical, son los vestigios de la derecha, que si cuenta con una táctica electoral, los que empiezan a sacar réditos de las desafiliaciones y los desencantamientos que se van produciendo en el seno del MAS.

El autor es sociólogo, economista e investigador del IESE de la UMSS.