Momento de reflexión
El sistema democrático requiere ser reforzado siempre, más aún si hay tradiciones autoritarias que reaparecen, sea por frustraciones ideológico-políticas, crisis económicas o porque los actores políticos se han dejado absorber por la corrupción.
Hace 36 años se registró en el país uno de los golpes de Estado más cruentos y funestos de nuestra historia contemporánea. Un grupo de militares dirigidos por el entonces comandante de Ejército y hoy exgeneral Luis García Meza Tejada, apoyados por lo más delincuencial de la estructura militar del país y de paramilitares ligados estrechamente con el narcotráfico, así como con la dictadura argentina, derrocaron a la Presidenta de la República en una asonada violenta que, entre otros, provocó el asesinato de Marcelo Quiroga Santa Cruz, Gualberto Vega y Carlos Flores, abriendo un tiempo de represión, asesinatos, exilios, así como de una gestión ineficiente y profundamente corrupta.
Sin embargo, el tiempo que nos separa de esa fecha y la edad promedio de los actuales gobernantes y de la población en general, hace que ese acontecimiento sea visto como algo lejano. Y se llega a tales extremos que hay dirigentes y autoridades que, demostrando profundo desconocimiento de nuestra historia reciente, llegan incluso a equiparar a las dictaduras militares con los Gobiernos de la democracia.
Es esa ignorancia o supina mala fe, la que obliga, entre otros factores, a hacer permanentes esfuerzos para recuperar y mantener la memoria histórica, no por una obstinación por el pasado (que nos puede convertir, como advierte la Biblia, en estatuas de sal) sino para que no se cometan errores que puedan conducirnos a que la deliberación política sea nuevamente suplida por el mandato dictatorial.
En este marco, el sistema democrático requiere ser reforzado en forma permanente, más aún si hay tradiciones autoritarias que constantemente reaparecen en nuestra sociedad, sea por frustraciones ideológico-políticas, crisis económicas o porque los actores políticos se han dejado absorber por la corrupción y la soberbia. En esos trances, se debe recordar que cualquier proyecto autoritario siempre será peor que cualquier Gobierno democrático, pues mientras quienes lideran los Gobiernos autoritarios pretenden ejercer el poder en forma indefinida, en los sistemas democráticos los gobernantes saben que deben cumplir el periodo constitucionalmente definido, al cabo del cual sus postulados y liderazgos deben someterse a evaluación de la ciudadanía, que se expresará mediante el voto libre.
Desde otro enfoque, en un sistema democrático hay más posibilidades de que los derechos de la ciudadanía sean debidamente respetados porque existe un Órgano Judicial independiente de los dictámenes del Ejecutivo. En cambio, en todos los procesos políticos autoritarios, quienes ejercen en el Órgano Ejecutivo cooptan el Judicial –que es finalmente convertido en un instrumento de represión política--y, cuando existe, el Legislativo.
Es, pues, importante que la ciudadanía reflexione, particularmente en un día como hoy en el que se recuerda el último golpe de Estado militar exitoso contra un Gobierno democrático hace 36 años, sobre las virtudes de la democracia y la necesidad de perfeccionarla, profundizarla, consolidarla y respetarla, porque, si no lo hacemos, no faltarán quienes pretendan destruirla para volver a instalar en el país dictaduras cuyos conductores, por sí y ante sí, decidan sobre el interés de toda la gente.