La herencia de Evo
Han sido diversas las reacciones al mensaje del presidente Evo Morales realizado el pasado 6 de agosto. Por un lado se recibió con entusiasmo el hecho de que a pesar de tener un entorno adverso la economía goza de una situación estable. En la otra vereda se puso énfasis en la ligera desaceleración del Índice General de Actividad Económica (IGAE) que para el mes de mayo se situó en 4,3 por ciento y en el mínimo incremento de la tasa de desempleo. Sin embargo, no se puso suficiente atención en los extraordinarios datos de la reducción de la pobreza.
El objetivo de cualquier sociedad es lograr el desarrollo de sus individuos. Siguiendo al profesor Amartya Sen, significa “la expansión de las capacidades” lo que denota incrementar las oportunidades de las personas y que puedan elegir entre más opciones de acuerdo a las valoraciones que tengan respecto a lo que consideren la mejor forma de vida. En tal sentido la pobreza limita las capacidades de las personas en la medida que reduce las opciones de los ciudadanos. Por tal motivo, en el mundo se ha llegado a la conclusión que ésta debe reducirse en el menor tiempo posible.
Los datos presentados en el informe de la primera autoridad del país brindan un panorama interesante. En 1996, la pobreza extrema afectaba al 41,2 por ciento de la población. En 10 años, hasta 2005, la situación varió muy poco, pues se situó en 38,2 por ciento. En cambio en la siguiente década, a 2015, la pobreza se redujo a 16,8 por ciento. O, en otras palabras, durante la Administración de Morales la pobreza cayó en 21,4 por ciento mientras que en la década anterior únicamente lo hizo en 3 por ciento.
Esto naturalmente ha llamado la atención de los organismos internacionales que llevan adelante agendas de desarrollo. Tal es el caso del Banco Mundial que en su informe “Poverty and Shared Prosperity Report 2016” revela que Bolivia es el país con mayor crecimiento promedio del ingreso del 40 por ciento de la población con menores ingresos entre 2007 y 2012. Esto quiere decir que la pequeña nación sudamericana (que en los años 80 era usada como el triste ejemplo de lo que no se debe hacer en política económica) cambió diametralmente su desempeño y pasó de ser el adalid de la hiperinflación a ser el campeón mundial de la reducción de la pobreza. Todo un ejemplo a seguir.
Lo señalado también se tradujo en una reducción de la desigualdad. Mientras que en 2005 el 10 por ciento más rico tenía 128 veces más ingreso que el 10 por ciento más pobre, para 2015 esa brecha se redujo a 37 veces. Lo cual significa que la gente aumentó su nivel de vida, aspecto que se refleja en la pujante clase media que ahora hace gala de un consumismo, en ocasiones exacerbado, pero que muestra que el país cambió radicalmente en una década bajo la presidencia de Evo Morales.
Los agoreros vaticinan que, dado que los precios de materias primas se han reducido notablemente en los últimos dos años, la clase media empobrecerá nuevamente. Sin embargo, no toman en cuenta que la reducción de la pobreza no sólo tiene que ver con la existencia de bonos sociales (Juancito Pinto, Renta Dignidad y Juana Azurduy) sino que los ciudadanos se han insertado en los circuitos productivos merced al crecimiento del producto que, de $us 9.574 millones en 2005 pasó a $us 33.237 millones en 2015. Semejante expansión por supuesto requiere una gran cantidad de trabajadores, lo que ha permitido que los empleos sean sostenibles y por ende impiden que la pobreza extrema retorne nuevamente.
La herencia más notable de Evo Morales será precisamente esa: haber logrado sacar de la pobreza extrema a millones de bolivianos.
La autora es ciudadana del Estado Plurinacional de Bolivia.