Pulacayo
Con el sensacional hallazgo arqueológico en 1990 de una primera tumba y luego de otras 19 tumbas y de fundiciones indígenas de minerales, que datan de hace 2 mil años, la historia de Pulacayo podría dar un nuevo giro
Todos los años, el 17 de diciembre, la comunidad migratoria de Pulacayo se reúne —antes que para celebrar—, para confraternizar y añorar épocas vividas en ese centro, otrora importante productor de plata, sostén de la economía, que ha introducido a Bolivia hacia la modernización.
Se toma esa fecha como día de aniversario, por el hecho que Mariano Ramírez, suscribiera con sus socios José Ignacio del Río y José Santiago de Portuendo, en Potosí, ante el escribano José de Molina en 1833, una escritura de conformación de la Sociedad Minera Huanchaca.
La leyenda cuenta que Ramírez, ante su errante fracaso de explorador minero, fue conducido por una compasiva indígena, que le mostró el lugar preciso que 53 años antes, durante la sublevación de Tupac Katari (1781), había sido abandonado, tras el degollamiento de todos los españoles que la explotaban. Desde entonces, el secreto de la mina había sido fielmente conservado.
A inicios de 1856, Ramírez agobiado por deudas, decide vender la mina a su concuñado Aniceto Arce, que organizó una nueva sociedad con José Ignacio del Río, Mariano Argandoña (su suegro), Mariano Revilla y Juan Elías del Duo.
Arce, que había trabajado en Chile en comercialización de minerales y en las salitreras, le dio un nuevo giro a la compañía y logró expandirla con inyección de capitales chilenos e ingleses. Atraídos por la bonanza que llegó a cotizar, en esas épocas, hasta en 10.000 francos por acción en la bolsa de París, se hicieron accionistas: el hermano del expresidente chileno, José Manuel Balmaceda, el precursor de los famosos vinos, Melchor Concha y Toro, Gregorio Donoso, Javier Huidobro y otros gestores de grandes negocios y vinculados a la banca y la industria chilena.
Por cierto, Arce fue el visionario que trajo el primer tren a Bolivia y con ello la modernización y la transformación social, económica y hasta política. La historia no dice que fue con dineros fruto del extractivismo minero de Pulacayo y con cuya garantía se recurrió a bancos ingleses para que prestara dinero para la construcción de la ferrovía. Fue el primer ramal de larga extensión en Sudamérica, para ese entonces, y que hasta ahora nos une con el Pacífico.
En Pulacayo se instaló el primer teléfono. Comunicaba Pulacayo y Huanchaca (15 Km) y servía para hacer efectivo control de cuánta plata concentrada salía para llevarla a los puertos de Antofagasta. Electrificó las actividades mineras. Abrió oficinas de correo para que sus empleados, ingenieros y geólogos alemanes, ingleses, franceses y de otras nacionalidades tomasen contacto con sus lugares de origen.
En 1877, Huanchaca y Pulacayo llegaron a tener 1.567 obreros, y antes del ferrocarril, más de 10.000 arrieros para el transporte y trabajos complementarios. Cuando se cerró la mina, Pulacayo contaba con 7.000 trabajadores Con altos niveles de ley de mineral, la explotación de la mina cubrió una parte mayoritaria de la producción total de plata del país. Si en la década de 1850 a 1859 logró producir 201.000 marcos de plata, en la década del noventa rozó 1.700.000 marcos, un crecimiento de ocho veces.
Con el sensacional hallazgo arqueológico en 1990 de una primera tumba y luego de otras 19 tumbas y de fundiciones indígenas de minerales, que datan de hace dos mil años, la historia de Pulacayo podría dar un nuevo giro y conocerse su verdadera milenaria historia preincaica.
El autor es periodista.
Columnas de JAIME D’MARE C.