Bonapartismo, prebendalismo del MAS
El bonapartismo lleva a un límite extremo la concentración de poderes en la dirección del Estado, algo ya discernible en las democracias imperialistas contemporáneas
Para analizar la reelección presidencial, una pregunta elemental podrá orientar este debate: ¿Se puede legislar, o peor aún, cambiar la Constitución para beneficiar a una sola persona? Y la respuesta obvia será que: de poder se puede, lo que pasa es que nunca será compatible con una democracia y menos con un Estado Social de Derecho que es lo que nos hacen creer que existe en la Bolivia Pluri-populista.
Zavaleta Mercado nos decía al respecto: El bonapartismo resulta sin duda una forma particular de ajuste entre el Estado político y la sociedad civil. Está claro que una y otra han entrado en una relación de no conformidad que debe remediarse de modo inminente. Aquí hace su aparición en el escenario político la anomia de la decisión política, como consecuencia la no democracia y no representatividad de la masa como sociedad civil, la sociedad política toma una decisión autoritaria.
Y lo que es peor aún, la soberbia de los llunk´us del MAS confunde una popularidad que ya está en fase de agonía con legitimidad, no se dan cuenta que el pueblo en el referendo constitucional del 21 de febrero les dijo que NO, esta actitud de buscarle vías para la reelección no es más que: primero, pasar por encima de la Constitución y adecuar nuestra institucionalidad a los intereses de un solo hombre, segundo, una afán de no perder los puestos o carguitos, los contratos y claro también las embajadas.
Y lo último que se les ocurrió fue eliminar el Artículo 168, poniéndole prácticamente en la boca de un joven chuquisaqueño carente de tacto, para que éste lo presente al pueblo como un posible proyecto para que la bancada nacional del MAS lo estudie. Pero lo que este joven y el resto que velan por la pega, no han comprendido es que esta su actitud soberbia y pérfida atenta contra los derechos políticos de un pueblo que ya les dijo que NO.
El bonapartismo lleva a un límite extremo la concentración de poderes en la dirección del Estado, algo ya discernible en las democracias imperialistas contemporáneas. Todas las decisiones políticas importantes están centralizadas en un único individuo dotado de supuestos extraordinarios poderes de emergencia. Habla y actúa no como servidor del parlamento, sino en su propio derecho, como el «hombre del destino» que ha sido llamado a rescatar a la nación en su hora de peligro mortal.
Al parecer vivimos en un Estado en el que un Presidente tiene la posibilidad de manipular un congreso o asamblea legislativa, captando los órganos de control, un Presidente que “vive en campaña” y maneja los medios de comunicación a su antojo, un Presidente que pretende remplazar la Constitución por los antojos de su gente y al Estado Social de Derecho por un remedo de democracia.
El autor es profesor de historia.
Columnas de MILTON MACHUCA CORTEZ