Alan, Eva y muchos más…
Según la coyuntura actual ¿cuál sería la temática elegida para un pequeño artículo de opinión? ¿Escribir sobre la problemática del aborto, el cine boliviano, el día del mar, etc.? Ninguno de estos temas y su desarrollo devolverían la vida de Eva, una niña que contradice los auspiciosos “macrodatos” que nos dicen que el país ha cambiado y vivimos mejor. Ella es una persona fallecida por desnutrición aguda y estoy seguro de que no es la única, muchas niñas y niños, además de ser víctimas de la violencia y delincuencia o la trata y tráfico, mueren por la misma causa. Los datos no muestran las muertes anónimas que yacen en las decenas de cementerios clandestinos y rurales de nuestro país.
Su anonimato no es casual, es parte del abandono social, político y económico, imperante del sistema que nos ha obligado a preocuparnos por nuestro entorno más cercano; recordemos que esta muerte sólo fue descubierta por la queja de una vecina hecha al municipio porque una construcción afectaba su vivienda. Así, funcionarios municipales conocieron la habitación que ejemplifica el hacinamiento en el cual viven muchas familias bolivianas, ocho personas conviviendo en una habitación de 4x4.
En medio de la historia, la angustia de ambos padres es inimaginable, porque quizás aquella angustia derivó en los problemas mentales que reportan los medios de comunicación, situación nunca visible en servicios de atención pública de la salud. Por ello, el hermano mayor se viste de héroe, de aquellos de carne y hueso que no habitan el universo de las grandes producciones cinematográficas que invaden el imaginario de la sociedad, buscando una fuente de recursos para alimentar a su familia. Los 200 bolivianos mensuales de los que se habla como el salario de Alan, distan muchísimo del salario mínimo nacional, su situación dista también de conceptos como empleo digno, seguridad laboral, etc.
Alan, el mayor de todos los hermanos es el único que terminó su educación escolar, todos los demás hermanos abandonaron los estudios porque no tenían los recursos económicos para adquirir los materiales que el sistema pide, lo que quiere decir que ni al Bono Juancito Pinto tenían acceso. Si el bachiller de la familia accedió a empleos precarios, ¿qué les espera a los demás miembros de esta empobrecida familia? Lo cual nos muestra que hay mucho por trabajar para conseguir una educación primaria universal.
Habitabilidad, hacinamiento, salud, educación, nutrición, empleo, ingreso, son algunas palabras utilizadas dentro de las mediciones de índices de desarrollo humano, las cuales describen condiciones de vida. Todas ellas, por lo dicho hasta ahora, han sido dramáticas para la familia Quino. Mientras esta historia ocurría, grupos de diversa denominación, desde condiciones diametralmente opuestas y privilegiadas, comparados con la familia Quino, se desgañitan defendiendo el derecho a la vida y también son muchos los que aprovechan el contexto para obtener hechos que los apoyen en su discurso opositor. Son pocos quienes hacen algo para garantizar una vida digna. Alan, Eva y muchos más nos deberían producir aquella vergüenza que nos comprometa a brindar mejores condiciones de vida para todos y no sólo para nuestro entorno.
El autor es filósofo
Columnas de ALEJANDRO CARVAJAL