Ilógica analógica
Llegó el momento de aplicar una lógica digital a nuestra vida y así huir de los resabios analógicos ilógicos del siglo pasado
Esta semana nos han saturado con el morbo de la tal “ballena azul”, y gracias a los algoritmos de las redes sociales, teníamos al mamífero acuático cada dos pantallas seguido de pavorosos comentarios de madres, horrorizadas ante la posibilidad de que su retoño, naufrague entre los integrantes de la generación post-millennial o Gen Z, tragado por el oleaje de un internet que no controlan ni van a controlar.
No tengo hijos adolescentes, sólo un par de sobrinas que observo con una mezcla de admiración y envidia. Estas niñas, inmersas todo el día entre pantallas —igual que yo— están dotadas de muchas más herramientas que su tío, aunque probablemente reciban una formación académica similar a la de éste —la mía—, más cercana a la escolástica del Siglo XVII que a los tiempos que se avecinan.
No sé si mis sobrinas tendrán la suerte de “aprender haciendo”. No sé si sus docentes les transmitirán el conocimiento al estilo de Singularity University, enfocándose en un proyecto real —un prototipo— que podrán testear en el mercado casi inmediatamente, y en el que aplicarán las teorías, hipótesis y evidencia empírica que demostrará si lo aprendido es válido.
La lógica del aprendizaje por producto responde a una educación más conectada con el mercado precisamente, en su enfoque de resultados por producto, y menos con la tradición latina de la evaluación por procesos.
Es más probable generar ideas y emprendimientos bajo esta lógica, sobre todo en países como el nuestro, en los que los millennials y los más jóvenes representan la amplia mayoría de la población, aunque todavía esté gobernada por una minoría analógica y migrante digital.
Ahora bien, la educación universitaria no está en completo offside, pero que sin dudas debe ir más rápido. Un caso de inquietud intelectual es el del economista villazonense Gonzalo Chavez quien lleva tiempo conceptualizando desde el decanato de posgrado de la Universidad Católica de La Paz, la posibilidad de desarrollar un hub de innovación, creatividad y emprendimiento, a través de la Escuela de la Producción y la Competitividad, para crear en Achumani un territorio inteligente, un ecosistema de emprendimiento y una zona receptiva a la innovación. Precisamente lo que vendría a ser un centro de alto rendimiento educativo.
Las instituciones académicas son parte fundamental de las ciudades creativas, no tanto por su capacidad de exponer modelos y teoremas, sino por sus posibilidades de resolución de problemas y de crear una comunidad científica, que proponga actuaciones susceptibles de afectar a las políticas públicas para que quienes toman decisiones lo hagan más en base a evidencia y no atendiendo sus caprichos e intuiciones personales.
En la imaginaria autopista digital, las transformaciones culturales son mucho más rápidas, puesto que sus principios y e hipótesis responden a nuevos lenguajes, no analógicos. Existen ya organismos internacionales ONGs y coaliciones, como la Digital Impact Alliance, patrocinada por la Fundación de Naciones Unidas, que han desarrollado una serie de “mandamientos” para lograr introducir la agenda digital y colaborativa en los proyectos de desarrollo. Estos Principios para el Desarrollo Digital abarcan elementos que van desde el sentido común cotidiano hasta el nivel práctico, como el diseño pensado para el usuario, la comprensión del ecosistema digital, la escalabilidad y la eficiencia, la sostenibilidad de los recursos, los productos y servicios basados en datos —preferentemente abiertos—, la reutilización de recursos y la colaboración.
La necesidad de estimular el trabajo colaborativo y aquellos procesos que requieren de un componente tecnológico, es un hecho innegable y sobrevenido.
Y aun cuando haya pasado el primer oleaje de pánico, ha llegado el momento de enfrentar el reto en todos los frentes, y avanzar con aquellas instituciones más conservadoras pero con más impacto, como precisamente la Universidad o la Administración Pública. Países como Estonia o Uruguay ya lo han hecho.
Llegó el momento de aplicar una lógica digital a nuestra vida y así huir de los resabios analógicos ilógicos del siglo pasado. Podemos comenzar por preguntarles a los jóvenes nativos digitales, a los millennials, qué piensan de todo esto y qué esperan de sus instituciones.
El autor es gestor cultural
@fadriquei
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