Evaluar el desempeño docente
Es estimulante saber que hay países que dan pasos importantes en su educación y que se puede aprender de ellos. Viene al caso mencionar que, en días pasados, el Ministerio de Educación de la República Dominicana dio inicio a la “Evaluación del Desempeño Docente” de alrededor de 90.000 profesores. Proceso que se aplicará a las y los docentes de todos los niveles, modalidades y subsistemas de enseñanza, directores de centros educativos, y todos los técnicos desde el nivel central hasta los centros educativos. Quienes obtengan una calificación de Excelente (en una escala que comienza en “mejorable”, “bueno” y “muy bueno”) recibirán un incentivo salarial adicional de hasta un 32%. Los resultados serán utilizados, también, para apoyar el desarrollo profesional docente.
Es indiscutible que, si se mejoran las prácticas docentes, mejorará la calidad de los aprendizajes de los estudiantes. Y que las prácticas de aula no mejorarán si no se enfrenta con decisión, la tarea de evaluar lo que los docentes hacen en el aula.
Una manera de evaluar, según la experiencia internacional, es a partir de los resultados obtenidos por los estudiantes. Los puntajes que ellos obtienen en pruebas estandarizadas, son el criterio principal de evaluación de sus profesores. Podrían servir para ello instrumentos internacionales de cuya aplicación informa, por ejemplo, el Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (TERCE), realizado por la UNESCO (2015), que da cuenta sobre los aprendizajes de estudiantes de primaria en 15 países de la región. El Estado Plurinacional de Bolivia no participó en ese ejercicio. El programa PISA ha sido puesto, también, en entredicho.
De hecho, en Bolivia la evaluación de la calidad de la educación es solamente un buen deseo. Nuestros técnicos buscan encontrar o elaborar instrumentos que den cuenta, de manera más holística de un concepto de calidad que incluya las diversas dimensiones del aprendizaje. Loable intención. Aunque bien podrían asumirse -momentáneamente, al menos- aquellas pruebas que dan cuenta de algunos de los aspectos del aprendizaje, como, por ejemplo, las competencias logradas en lenguaje (lectura y escritura) y matemática, como lo hace TERCE. La medición puede ser hecha con esos instrumentos, aunque la evaluación -el juicio de valor sobre el significado de esas medidas- se lo realice atendiendo a las peculiaridades nacionales. Porque hay diferencia entre medir y evaluar…
Pueden, muy bien, complementarse esos resultados -y hasta de manera más objetiva- con los informes que pide la Resolución Ministerial 001 del 2017 y las Hojas de concepto que esa Resolución considera como evaluación del desempeño (Art. 28 y 67) en nuestro país.
La evaluación del desempeño del docente, cualquiera que sea el método utilizado, es compleja y difícil, por lo que debe ser multilateral. Es cierto, pero hay que tener valentía para iniciar de manera seria y profesional ese proceso. Los gremios docentes bolivianos harían bien en contactar con los dominicanos que sí apoyan el ejercicio.
Lo que es novedoso en la medida adoptada por las autoridades dominicanas es que, por primera vez, los docentes están siendo observados durante 45 minutos por un par de evaluadores mientras imparten clases. Bravo. Las observaciones realizadas en aula constituyen una de las piezas principales de evaluación. Los maestros tienen que aceptar que los observen en el aula, como algo natural, por otros maestros más experimentados y por observadores calificados. Las ventajas son innumerables. Eso es bastante más eficaz que impartir cursos s masivos con generalidades que cada uno interpreta a su manera. Hay que llegar al aula, es el mensaje. Allí es donde las niñas, los niños y las personas adolescentes aprenden.
El autor es doctor en Ciencias de la Educación
Columnas de JORGE RIVERA PIZARRO