Los imprescindibles
Uno de los comentarios generales que escuchamos a lo largo de nuestras vidas es aquel que nos dice: “nadie es imprescindible en esta vida”.
Es decir, comúnmente hemos establecido una especie de contrato social que garantiza la existencia de nuestra comunidad más allá de personas en específico, pero al parecer esta idea ronda en nuestras mentes a partir de una suerte de conveniencia que está determinada por el grado de responsabilidad que me ocupa ejercer una vez que aquella persona haya salido del círculo de influencia y por tanto deja de ser imprescindible.
Me explico: para los gobernantes o quienes aspiran a serlo,no basta con asociar la idea de la defensa democrática denunciando al contendiente que se tenga en frente porque este no da muestras de respetar la alternancia en el poder. No basta aquello porque si de entrada quien esgrime esa denuncia es aquel que lleva la misma cantidad de tiempo liderando su organización política, entonces, al no mostrar con el ejemplo la práctica del principio de la democracia interna, es cuando menos contradictorio intentar abanderar la idea de la renovación en la política. Aquí no funciona la fórmula automática de en la medida que uno se inhabilite el otro podrá triunfar.
Para nosotros, los gobernados, si en lo cotidiano constantemente nos repetimos la idea de que nadie es imprescindible en esta vida, ¿por qué tantos siguen defendiendo que su líder político de preferencia siga al mando y dé la cara por nosotros? Mi sospecha es que eludimos a toda costa la responsabilidad ciudadana cuando se nos la reclama; es decir, la indignación que ocasionalmente algunos manifiestan no va precedida de un orden distinto al actualmente vigente. No, lo que se busca es o terminar de consolidar la larga y desastrosa práctica política del cobro de facturas entre radicales, o el creciente fenómeno de la desafección política está expandiéndose cada vez más en nuestro país.
El peso de la responsabilidad a la que hoy nos enfrentamos pasa necesariamente por hacer entender mediante el ejemplo a todos nuestros líderes políticos que no son imprescindibles en nuestras vidas. Esto pasa por intentar traspasar la burbuja de nuestro medio social, es decir, nuestros conocidos y quienes nos aplauden dándonos la razón.
Traspasar esa burbuja, llámese condición de clase, de gremio, de corporación, etc. solamente será logrado si somos capaces de hacer carne propia de aquello que declarativamente suena bonito en nuestra CPE sobre el pluralismo intercultural; es decir sentarnos entre distintos a debatir lo que nos aqueja como país y comenzar a resolver nuestros problemas asumiendo nuestra propia responsabilidad. Cuidado, que la historia nos enseñó que pueden volver personas oscuras barnizadas de defensores de los derechos humanos y ofreciéndonos liberarnos de cualquier trabajo porque este ya tendría la receta de la solución a nuestras quejas.
El autor es politólogo y docente universitario
Columnas de MARCELO AREQUIPA AZURDUY