Abrogación del CSP, respeto al 21F, ¿y luego qué?
El rechazo al Código del Sistema Penal (CSP) es la expresión de un descontento multitudinario no precisado que devino un símbolo e incluye otro repudio: aquél referido a la posible postulación de Evo Morales a la Presidencia, en las elecciones generales de 2019.
El debate sobre la i/legalidad y la i/legitimidad de esa postulación parece, en la actual circunstancia, tan improbable e inútil como una discusión sobre el CSP.
El descontento que paralizó Cochabamba el martes fue igual de evidente el jueves en Trinidad y ayer en Tarija, no parece que vaya a mitigarse así de fácil, con el simple pasar del tiempo.
Y quizás ni siquiera con la hipotética e improbable eventualidad de que Morales desista de su cuestionada repostulación. Porque no es descabellado pensar que, de suceder esto, la espiral que comenzó con el pedido de abrogación del CSP y creció con el reclamo por que se respete el NO del 21F salte, siguiendo su impulso, a otro clamor… extremo y fácil de imaginar.
Y es que todo esto manifiesta un descontento difuso. Difuso, pero suficiente para crear una movilización a escala nacional. Insuficiente, sin embargo, para provocar la lucidez de los gobernantes.
Esta fractura de la tolerancia, de la confianza en el sistema político vigente desde 2006 —cuando el desencanto total por la democracia pactada se convirtió en optimismo con el crédito inspirado por Evo Morales— se manifiesta en el rechazo a elementos, CSP, repostulación, que se han convertido en símbolos.
Superar este quiebre, o al menos tornarlo menos traumático, supone un gesto también simbólico que los gobernantes tendrían que saber precisarlo y ejecutarlo.
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Periodista Los Tiempos
Columnas de Norman Chinchilla