Cultura ciudadana al volante
A las 2:30 de la tarde del martes, un individuo a bordo de una motocicleta me intercepta por la derecha de mi automóvil, circulando por un carril que no es para vehículos, sino para personas.
Un día antes, a las 7:45 de la mañana, un ciclista —montado en una bicicleta bien iluminada— que simula respetar las normas viales, rompe las reglas y, con modales rebeldes, cruza el semáforo en rojo justo antes de que otro vehículo pase. Nada más y nada menos que en el conflictivo semáforo de la avenida 23 de Marzo (esa que corre paralela a la Ramón Rivero) que se
habilitó mientras se construye el corredor Quintanilla.
Ser ciudadano significa pertenecer a una ciudad, poseer algo así como una categoría cívica, es decir, ejercer ciudadanía.
No es nuevo que las redes sociales se hayan convertido en la bolsa de quejas y en la plataforma de expresión de estos individuos denominados ciudadanos, pero la ciudadanía también —por si quedan dudas— se ejerce en la calle y, en este caso, desde detrás del volante o del manubrio.
Según las cifras de la Unidad Policial de Tránsito, cada día se sanciona a 100 infractores.
No importa el volante, el manubrio o los neumáticos del vehículo que se conduzca; la responsabilidad y el respeto debe primar para ser llamados ciudadanos.
La cultura ciudadana se construye desde la calle y desde la colectividad. Las ideas y las actitudes deben ser conjuntas, sobre todo las actitudes.
Periodista de Los Tiempos
Columnas de Jessica Vargas