¡Ni de izquierda ni de derecha, somos rentistas!
Los acontecimientos que van sucediendo cada día en el país y el mundo echan al traste cualquier intento de sistematización para obtener algunas conclusiones que nos permitan descubrir horizontes. A lo más que se puede llegar es a registrarlos para tratar de ordenarlos racionalmente alguna vez y, así, tal vez explicarnos cómo llegamos a ese momento.
Un elemento desordenador es el cambio de contenido de conceptos tradicionales. ¿Qué significa, ahora, ser de izquierda o de derecha? Una pandilla de forajidos que se han hecho del poder en Venezuela se autodenominan de izquierda y antiimperialistas, mientras en Argentina, las barras bravas del kirchnerismo y de la intelectualidad “progresista” que gozó del ejercicio del poder con éste y parte del viejo peronismo se oponen a como dé lugar a que se arregle el embrollo que aquellos dejaron a su paso por el gobierno.
A su vez, unos presuntos liberales radicales se escandalizan de propuestas como las de la despenalización del consumo de drogas o el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo o apoyan a personalidades de raigambre autoritaria como Álvaro Uribe en Colombia o Donald Trump en EEUU, pero abominan de los Putin, Maduro u Ortega, siendo todos producto de la misma correa autoritaria.
En el país, además, hay una capacidad extraordinaria para subordinar los conceptos a lo que cree quien los exprese. Lo que entiende el Primer Mandatario de los derechos de la tierra y de los indígenas varía según el discurso sea emitido en el exterior o dentro del país; en cuanto a la corrupción, ésta es una realidad si el denunciado es del partido adversario pero una calumnia si es del propio; en la justicia, fiscales y jueces actúan con inusitada agilidad cuando se trata de favorecer a los adláteres de los poderosos, pero lo hacen a paso de tortuga cuando se trata de ciudadanos comunes, y el Ministerio de ¿Justicia? procesa, normalmente, a jueces que actúan conforme a ley y premia a los que la violan, mejor si la agredida es la Constitución Política del Estado.
En varios sectores de la sociedad son muchos los reacios a reconocer virtudes y personificar a los virtuosos, al mismo ritmo con el que denuncian vicios y personalizan a los viciosos. Esto se agiganta en el mundo virtual donde, además, cada quien es portador de la verdad. Ejemplos al canto, ante la muerte del exdictador Luis García Meza superabundaron quienes sostenían que lo hizo en plena impunidad y muy poco se dijo que el país fue el primero en la región en condenar, con la pena máxima, a un dictador por delitos de lesa humanidad y económicos ni se recordó a Juan del Granado y el equipo que llevó adelante el juicio ni al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y su gabinete que lograron extraditarlo de Brasil. Al margen, y a tiempo que se exige una justicia independiente y el respeto a los principios jurídicos universales como la presunción de inocencia y el debido proceso, diariamente se condena a personas que presuntamente han cometido delitos.
En ese caos, empero, felizmente hay un común denominador: sin diferencia de origen, clase, sexo o religión, casi todos somos rentistas y ambicionamos que el Estado nos solucione la vida. Es de antología seguir la movilización de Chuquisaca para defender, más allá de todo criterio legal, su presunto derecho a recibir regalías por la explotación de Incahuasi. Es esa misma población, además, la que permitió que un proceso exitoso de desarrollo empresarial que se aplicó en la Fábrica de Cemento de Sucre fuera conducido al fracaso porque la distribución de la riqueza generada se daba en función al trabajo y no por origen ni afiliación.
Escuchamos a los dirigentes del masismo, tan revolucionarios y progresistas, hablando de “su” región, “sus” regalías, “sus”, “sus”… o a quienes se sienten opositores, esta vez más populistas que el oficialismo. Todo ello es una muestra de esa realidad: queremos percibir gratis recursos del Estado.
Por ahí, el rentismo nos pueda facilitar un análisis más riguroso de nuestra dura realidad…
El autor fue director de Los Tiempos entre 2010-2018
Columnas de JUAN CRISTÓBAL SORUCO QUIROGA