"Me pega porque me quiere"
D y G se quieren mucho, a su modo. Son marido y mujer y viven cerca de mi casa. D es albañil y G es comerciante. Ambos trabajan muy duro para sacar adelante a sus hijos.
Los sábados, D recibe su pago semanal y a veces se va con sus compañeros a celebrar. Cuando eso sucede y regresa algo ebrio (y con menos dinero de lo esperado), G se pone furiosa. Lo empuja, le jala de los pelos, le da cachetadas, puñetazos, patadas, lo araña en la cara, mientras le grita "golpeame, golpeame si eres tan machito". Él le sostiene las manos para evitar los golpes. A veces, cuando está muy ebrio, él reacciona.
Más allá de lo que nos guste creer, la mayor parte de la violencia íntima de pareja es simétrica. Es decir, las mujeres no son las únicas víctimas, sino que tanto mujeres como hombres pueden ser agresores y víctimas. No es casual que haya un índice muy similar de agresión en parejas hetero y homosexuales. Por supuesto, la violencia masculina tiene consecuencias más negativas que la de las mujeres, ya que causa más lesiones y genera más miedo; pero no se debe minimizar la que sufren los hombres a manos de sus parejas.
Durante años, la violencia que sufrían las mujeres dentro del hogar ha sido minimizada y naturalizada por las instituciones, la religión, la policía y las mismas mujeres. Incluso ahora hay personas que creen que la agresión es una forma de educación. En chiste o en serio, todos hemos escuchado la frase “me pega porque me quiere”, pero es una frase dicha tanto por mujeres sobre sus parejas como por hijos sobre la agresión que sufrieron a manos de sus madres.
La violencia de las mujeres tiene graves consecuencias para ellas mismas y para sus familias. Muchas veces, ellas pueden también causar lesiones, sobre todo en sus hijos, que crecen aprendiendo que la violencia es una respuesta adecuada ante los problemas y luego replicarán el comportamiento agresivo en sus propias familias.
La violencia es un problema en el que intervienen muchos factores, como traumas infantiles, enfermedades mentales, factores hereditarios, factores culturales, sociales, económicos y hasta el nivel de inteligencia para resolver los conflictos cotidianos.
Pasar por alto la violencia cometida por mujeres y solo considerar la agresión masculina no permite abordar este problema en su complejidad. Solo reconociéndola podremos encontrar modelos de prevención que logren que las siguientes generaciones resuelvan sus conflictos usando las palabras en lugar de los puños.
La autora es escritora.
Columnas de CECILIA DE MARCHI MOYANO