La podrida clase política
Las instituciones del Estado deben ser independientes de la política partidaria, principio básico para la garantía democrática y el control social de las instituciones. Sin embargo, este principio está condicionado al compromiso de individuos que al ser electos se comprometan en garantizar la independencia del Estado y sus instituciones mediante un compromiso ético. Cosa que en Bolivia es poco probable, ya que el acceso a un cargo público, no se asume como una responsabilidad sujeta al cumplimiento de las leyes y la constitución, sino como un feudo mediante el cual uno puede ganar estatus y enriquecerse.
El problema puede ser simplemente abordado desde el reconocimiento de la presencia de una cultura política nacional propensa a la corrupción, sin embargo, esto no dice mucho y quita de responsabilidad a los verdaderos culpables de la podredumbre que acompaña a todas nuestras instituciones y que son la clase política y su rol en el funcionamiento de las instituciones. Primero, anteponiendo sus intereses personales al rol encomendando por electores y segundo, utilizando las mismas instituciones para captar recursos a partir de la corrupción.
En el primer caso, subordinar las instituciones a los intereses personales, implica la perdida de la razón de existencia institucional, y al hacerlo, hacen que una institución deje de cumplir un rol beneficioso para la sociedad y se convierta en un enemigo depredador del cual protegerse (policía, universidades, impuestos, sustancias controladas, intendencia).
En el segundo caso, la corrupción y la forma de captar recursos implica que se desestructuren los mecanismos de transparencia y que las instituciones incrementen su capacidad sancionadora con la finalidad de obligar a transar las sanciones mediante la coima o la “aceiteada”. Ya que rompen los mecanismos formales de control o asignación de recursos y se estructura un mercado paralelo en el cual si se quiere invertir o vivir se debe transar con la corrupción.
Estos elementos hacen que el Estado no logre hacer eficiente el gasto público, en búsqueda de un desarrollo pleno, pero también, convierten al Estado en un enemigo predador del cual protegerse, aunque uno cumpla o no las reglas dispuestas; o sino díganle a los empresarios, caseras o ciudadanos lo que implica tener que lidiar con los funcionarios de control. Pero eso hay una podredumbre que rodea la política en Bolivia y esa es la clase política que está encaramada en el poder. Para salir de esto debemos apostar por gente joven, profesional y ética, que se comprometa a hacer cumplir la ley por encima del miedo. Una especie de sheriff del medio oeste.
El autor es analista de políticas públicas
Columnas de CÉSAR AUGUSTO CAMACHO SOLIZ