Destrucción de la Madre-Tierra
Hace ya varios años, escribí un artículo denunciando la intromisión en Bolivia del mal capitalismo brasileño. Denuncié que ese mal capitalismo estaba carcomiendo al Brasil, por la corrupción que producía en el Gobierno. Como es bien sabido, esa corrupción del mal capitalismo terminó estallando y llevando en su caída al anterior gobierno brasileño. No es que Temer sea mejor, ya que ha tenido la maldad de proponer que se amplíen las carreteras en la Amazonia. Justamente, la corrupción brasileña avanzaba con la construcción de caminos en los bosques.
Hemos sido testigos de cómo, al hacerse pública la corrupción en el gobierno peruano por la intervención de la empresa brasileña Odebrecht, tuvo que renunciar Kuczynski a la presidencia. Y eso que Kuczynski tuvo suficiente ética para oponerse a que se construyan nuevas carreteras en la Amazonia peruana.
Fue por presión de la opinión pública boliviana, que no se dio contrato a una empresa brasilera para la construcción de la carretera que cruce el Tipnis. Pero ahora volvemos a las andadas. Los créditos chinos hacen que las obras que se emprenden con sus dineros deban ser ejecutadas por empresas chinas. Pues bien, entre los proyectos acordados con el Gobierno no faltará la destrucción de los bosques amazónicos. Las carreteras brasileñas serán reemplazadas por las chinas.
Efectivamente, está en proyecto que una empresa china construya una carretera que enlace el tramo Charazani-Apolo-Tumupasa-Ixiamas-Chivé-Porvenir; es decir, que atraviese el parque Madidi y luego toda la provincia Iturralde, en el norte del departamento de La Paz.
La provincia Iturralde ha estado como una gran reserva forestal. Hace ya bastantes años, se conmutó deudas a bancos internacionales de fomento a cambio que se respete los bosques de la provincia Iturralde. Si ahora se cortan esas regiones con una carretera, inevitablemente se destruirán los bosques.
Uno de los principios de las modernas sociedades industriales es que, quedando vastas tierras inexplotadas en muchos países, éstas deben ser conservadas. La explotación de la tierra debe ser intensiva, no extensiva. Tomemos el ejemplo de Holanda. Es bien cierto que en ese país no hay extensos bosques naturales; hace ya muchos siglos que toda la tierra holandesa ha sido puesta a disposición de los holandeses. Pero es un país comparativamente pequeño, que además ha expandido su agricultura y ganadería sobre tierras ganadas al mar mediante diques.
Holanda es un ejemplo, y no el único, de una explotación intensiva de la tierra. Con 41.543 kilómetros cuadrados de superficie, en Holanda el 18% de su territorio está cubierto por aguas, en forma de lagos y canales. A esto se agrega la superficie con casas y urbanizaciones para alojar a 17 millones de habitantes. De manera que con unos 30.000 kilómetros cuadrados dedicados a la agricultura, los holandeses logran anualmente exportar alimentos por valor de uno 80 mil millones de euros. Como exportador agropecuario, Holanda viene en segundo lugar tras Estados Unidos. Los holandeses son grandes exportadores de tomates, chiles y estas cosas que son típicas del Nuevo Mundo. Con casi cuatro millones de vacunos, son grandes exportadores de alimentos lácteos. Este es el ejemplo más notable de qué puede hacerse con agricultura intensiva. Y de paso, los holandeses conforman una sociedad moderna, con divorcio desde 1917 y más de la mitad de la población no adherida a ninguna religión; es más, con buena parte de la población que jamás entra en una iglesia. Ahora ya sabemos, amables lectores, qué es una democracia.
En cambio, nosotros queremos destruir nuestros bosques y avasallar a sus habitantes originarios. Debemos abandonar el mal y dejar el salvajismo usual en esta humanidad poco moderna, incluso en países ricos y llenos de pretensiones.
El autor es escritor
Columnas de BERNARDO ELLEFSEN