Mercado profesional prostituido
Son frecuentes las solicitudes de personal colocadas medios de comunicación, buscando tal o cual persona que pueda hacer determinada tarea.
Hay publicaciones que se repiten año tras año y uno puede percatarse que en esa institución las personas no duran en el puesto.
Sin embargo, es más notorio aún que los contratantes, una vez realizado el proceso de selección, están absolutamente dispuestos a pagar sumas pírricas a recientes egresados, dispuestos a realizar lo que sea, con tal de tener el trabajo. A la larga esto causa un gran daño al mercado profesional, porque por esa cifra insignificante no se obtienen los servicios requeridos.
No falta el empleador corto de miras que dice que por 100 pesos tiene a un fotógrafo dispuesto a sacar mil fotos en ocho horas de trabajo o está el ama de casa feliz por haber conseguido que una odontóloga le haya sacado una muela por 50 lucas.
No digo que el trabajo esté mal o bien hecho, el problema es que a la larga o a la corta nos encontramos nadando en un mar de ingenieros, contadores, abogados, arquitectos y demás profesionales ahogados en deudas, insatisfechos con su trabajo o buscando ser comerciantes o transportistas, porque eso da más plata.
De ahí que no sorprende que Bolivia duplique la cifra de informalidad de 158 países del mundo y que el Fondo Monetario Internacional (FMI), a través de su estudio Economías sombrías en todo el mundo, “¿Qué aprendimos en los últimos 20 años?”, concluyó que Bolivia tiene la mayor economía informal entre 158 países incluidos en el estudio.
“Los más grandes (en informalidad económica) son Bolivia, con el 62,3% del PIB, y Zimbabue, con 60,6%. El trabajo recopila información sobre el fenómeno del subempleo desde 1991 hasta 2015 y muestra que el país ocupa el primer lugar, seguido por la africana República de Zimbabue.
Un triste panorama para la economía nacional y para los profesionales, afectados por esta prostitución del mercado, y que al mismo tiempo se transforman en la causa y efecto de la informalidad.
A los empleadores habría que preguntarles si contratar por menos pesos da como resultado, un beneficio óptimo para su empresa o industria. Creo que no. Sigo recordando la frase repetida por los abuelos, que decía “lo barato sale caro”. Quien compra tela de mala calidad, decía mi sastre, y poco duradera, con la intención de ahorrar, deberá con el tiempo comprarla de nuevo. Por eso, me recomendaba adquirir tela de mejor calidad, para que el traje me durara muchos años. Y el agradezco el consejo, ya que aún lo tengo. 21 años después de su confección.
La autora es magíster en comunicación social y periodista
Columnas de MÓNICA BRIANÇON MESSINGER