Elaborar el duelo
Es curioso cómo la temática marina inspira un sinfín de canciones, sobre todo referida a una espera vana, inútil, que generalmente toca hacer a una mujer que aguarda a su amado. Día tras día acude a la orilla para ver si retorna su añorado amor. Y así, la joven mujer ve transcurrir su vida hasta que encanece, en unos casos, o enloquece, en otros.
Mecano (1991) lanzó el tema “Naturaleza muerta”. Él es un pescador y ella una muchacha del pueblo. Miguel parte en la barca, pero el mar no le permite retornar, porque, dice, se ha enamorado de Ana. “Dicen en la aldea/ Que esa roca blanca es Ana/ Cubierta de sal y de coral/Espera en la playa. No esperes más niña de piedra/ Miguel no va a volver/ El mar le tiene preso/ Por no querer cederle a una mujer”. Y Ana, de pie, llorando, continúa con la espera de quien no podrá volver: “Las olas las provoca/ Miguel luchando a muerte con el mar”.
Otra canción, de Maná (1997), “En el muelle de San Blas”, cuenta la historia real de Rebeca. “Ella despidió a su amor/ Él partió en un barco/ En el muelle de san Blas/ Él juró que volvería / Y empapada en llanto ella juró que esperaría/ Miles de lunas pasaron y siempre estaba en el muelle/ Esperando”. Finalmente, el amado no volvió: “Su cabello se blanqueó/ Pero ningún barco/ A su amor le devolvía”.
Otro tema más antiguo es Katiusha, canción emblemática rusa durante la segunda guerra mundial. “Florecían manzanos y perales/ Flotaba neblina sobre el río/ Salió a la orilla Katiusha, a la alta, escarpada ribera”. Su amado está en el frente de batalla: “Oh, canción, canción de la doncella/ Vuela tras el luminoso Sol, y al soldado en el lejano frente de Katiusha llévale saludos”. Al menos, no se explicita que el amado de Katiusha haya muerto. Tal vez retorne.
Lo que no va a retornar, entendámoslo de una vez por todas, es nuestra salida soberana al mar. Podemos hacer como Ana, como Rebeca, como Katiusha y aguardar una situación mágica de un Chile que, aunque nada le obliga a una negociación, nos “devuelve” la costa marítima, y con soberanía además. O, renunciando a nuestra vocación pacifista, nos armamos hasta los dientes (con préstamos chinos, claro está) e insólitamente le ganamos en una contienda bélica a Chile y así tomamos a las bravas esos territorios perdidos.
Todos esos pensamientos mágicos nos impiden –nos lo han impedido hasta el 1 de octubre aciago– la elaboración de un duelo psíquicamente saludable. Alimentados por más de un siglo, nuestro dolor, nuestra pena deben desembocar en un proceso de dejar atrás lo que nos impide superar la pérdida y retomar la vida cotidiana que le corresponde a un país mediterráneo.
Un duelo tiene fases. Nos hemos quedado en la negación, que es actuar como si la pérdida no hubiera ocurrido. Decimos que tenemos “diez” departamentos. Tenemos “Miss Litoral”. Ahora, con el mazazo que nos ha propinado el Tribunal de La Haya, estamos ante la fase de enfado. En esta fase, aparece la rabia y el resentimiento por no poder entender el porqué de la pérdida. “No nos han entendido porque nuestra demanda era vanguardista y estos jueces son conservaduristas”, “son jueces del imperio”. Por añadidura, retornamos a la fase de la negación. Se dice que quien no quiera seguir lamiéndose las heridas, es un “prochileno”, o algo tan creativo (tanto, que insulta a la inteligencia) como eso de que el tribunal nos dijo “no”, pero a la vez “sí”.
Este golpe de la realidad podría servirnos para madurar. Sí, creíamos tener derecho a un retorno al mar, pero no es así. Pensábamos que nos iban a dar la razón, pero nos han dado un portazo. Es así y no de otra manera. Pero, ¡menos mal!, hay opciones. No estamos del todo encerrados. Los Tiempos publicó que “al menos cinco países ofrecieron a Bolivia alternativas portuarias y zonas francas para la carga nacional: Perú, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay”. Ilo, Puerto Busch y otros son posibilidades abiertas.
Ana, tu pescador se ha ahogado en el mar. Rebeca, tu amor te ha olvidado. Katiusha, tu soldado murió. Así es.
La autora es comunicadora social
Columnas de SONIA CASTRO ESCALANTE