El drama de esperar una cama en el Viedma
Daniel tiene 30 años, es ceropositivo, en un mes bajó de 41 a 36 kilos por una diarrea imparable y estuvo casi un día esperando que se libere una cama para ser internado en el hospital Viedma.Esperó en Emergencias, sentado en una silla de ruedas, uno alternativa que el personal halló para suplir la falta de cubículos cuando el número de pacientes rebasa la capacidad del establecimiento.
Daniel cuenta que su estadía en Emergencias se prolongó porque su historia clínica se perdió y hallarla demoró tres horas. “Estoy desde el mediodía del lunes y ya va a ser mediodía del martes. Me van a internar, espero una cama”, resumía.
A pesar del cansancio reflejado en su rostro pálido y la deshidratación que le provocó la infección estomacal, Daniel hablaba con serenidad y confiando en que estaba en buenas manos, que allí podía hablar sin temor de su enfermedad de base y las enfermeras lo cuidarían como a un niño.
“Vine porque las diarreas eran continuas, perdí peso y me arde mucho el estómago”, contaba. Y es que aunque estaba en una silla de ruedas, con una sonda y la típica batita de hospital en un rincón de la sala de emergencias, el personal médico no lo perdía de vista mientras atendía a otros pacientes con traumas, quemaduras, intoxicaciones y otras crisis. “¿Quiénes vienen aquí?”, pregunta la directora del Viedma, Daysi Rocabado, al terminar de contar que la Alcaldía debe al Viedma 35 millones de bolivianos. “Los que están por morir”, se responde. “Yo habló por esa gente que no tiene la fuerza física para ir a bloquear para que una autoridad la atienda”.
Si los 70 mil pacientes que recibe cada año el Viedma salieran a protestar, desbordarían la plaza 14 de Septiembre. Los únicos que no podrían ir a la marcha serían las decenas de ancianos abandonados por sus familias y que han hecho del hospital su casa, porque para ellos y tampoco hay espacio en los asilos.
Macroeditora Metropolitana de Los Tiempos
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